25 Δεκεμβρίου 2009

ΟΙ ΑΝΔΡΕΣ ΜΕ ΦΤΕΡΑ ΤΟΥ ΓΙΑΝΝΗ ΤΣΑΡΟΥΧΗ

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Yannis Tsarouchis (Grecia)

Giannis Tsarouhis 1910-1989
(Museo Benaki, hasta el 14/03/2010)
Una gran exposición dedicada al relevante artista griego Giannis Tsarouhis, organizada con ocasión de los cien años de su nacimiento. Se trata de la primera exposición retrospectiva de obras de Giannis Tsarouhis en Atenas, que tiene por objeto presentar obras representativas de todos los períodos de la creación del artista.
La exposición viene acompañada de actos paralelos (material audiovisual, conferencias, actividades didácticas, etc.), ofreciendo al público griego una ocasión excepcional para entrar en contacto con obras únicas de la pintura y la escenografía. Dado que la exposición aspira a presentar una imagen global de la obra del artista, en el material expuesto se incluye un gran número de obras pictóricas y maquetas escenográficas pertenecientes a museos y colecciones particulares de Grecia y el extranjero.

Museo Benaki
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20 Δεκεμβρίου 2009

ΕΝΔΕΙΞΗ ΤΗΣ ΑΠΩΛΕΙΑΣ

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Vanguelis Kiris (Grecia)

De la pérdida

No es que me hablaras con indiferencia
no es que rechazaras mi ofrecimiento
por lo que ahora me encuentro seriamente atrapado.
Es que detrás de tus palabras,
detrás de tus miradas que me evitaban
distinguí esa amarga
esa tranquila y decidida
señal de la pérdida.

Lukás Theodorakópoulos / Grecia
Traducción: Francisco Torres Córdova
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Lukás Theodorakópoulos nació en Amfissa, en Fócide, en 1925. Ha trabajado como empleado de empresas privadas y como traductor. Es autor de seis libros de poesía, una novela y un libro de cuentos. Ha traducido obras de Jean Paul Sartre (La cuestión del método), John Cleland (Fanny Hill), Saul Bellow (El hombre en suspenso), Paul Goodman, Carlos Castaneda (Una realidad aparte, Viaje a Ixtlán) y Yukio Mishima (Confesiones de una máscara). Poemas suyos han sido traducidos al inglés.

15 Δεκεμβρίου 2009

Η ΕΛΛΗΝΙΚΗ ΗΧΩ ΠΟΥ ΔΕΝ ΜΙΜΕΙΤΑΙ ΟΥΤΕ ΕΠΑΝΑΛΑΜΒΑΝΕΙ



Teatro antiguo

A mediodía, cuando se encontró en el centro del antiguo teatro,
aquel joven griego, seguro de sí mismo,
tan hermoso como sus antepasados,
lanzó un grito (pero no de admiración; admiración
no sintió en absoluto, y si la hubiera sentido,
no la demostraría de seguro); simplemente, un grito,
puede que de la alegría indomable de su juventud,
o para probar la resonancia del lugar. Enfrente,
de lo alto de los acantilados, el eco contestó
- el eco griego que ni imita ni repite,
sino que sencillamente continúa, desde altura incalculable,
el eterno clamor del ditirambo.

Sin confirmar

Siempre creyó en aquella gran luz.
La toco – dice -, no sólo la veo, no la veo,
sólo la toco, la tengo, la soy. Y como anochecía,
y en la habitación ya no se distinguían las mesas, las bandejas,
las marinas, el reloj, nuestras formas,
él, realmente resplandecía todo entero sobre su silla,
y su silla también lucía con sus cuatro patas,
como fijas en una nube. Quisimos
tocarle para estar seguros. Pero no nos atrevimos
a levantarnos de nuestro sitio, porque estábamos agazapados
en lo más alto de una escalera sin escalones,
en una escalera altísima que no habíamos subido.

Yanis Ritsos / Grecia
Trad.: Juan Ruiz de Torres

Yannis Ritsos (1 de mayo de 1909 en Monemvasia - 11 de noviembre de 1990 en Atenas) fue un poeta y político griego de ideología comunista, prohibido en varias ocasiones en su país. Su obra más famosa es quizá Grecidad.
Ritsos nació en la península del Peloponeso, en el seno de una familia terrateniente, que sin embargo se empobreció durante su juventud. Su madre y hermano murieron cuando Ritsos contaba doce años; el padre enfermó y fue declarado enfermo mental. A los dieciséis años Yannis se mudó a Atenas, donde trabajó entre otros oficios como actor, bailarín y secretario. Entre 1927 y 1931 estuvo ingresado en un hospital aquejado de tuberculosis.
Desde principios de la década de los treinta simpatizó con el KKE, el partido comunista de Grecia. Durante la Segunda Guerra Mundial combatió a su lado contra la ocupación nazi de Grecia. Su compromiso político le valió reclusiones en numerosos campos de concentración: durante la Guerra Civil Griega de 1948 a 1952, en Limnos, Agios Evstratios y Makronisos; durante el régimen de la Junta Militar, pasó los años de 1967 a 1970 internado en las islas de Giaros y Leros.
(es.wikipedia.org)

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10 Δεκεμβρίου 2009

"Η ΖΩΓΡΑΦΙΚΗ ΗΤΑΝ ΤΟ ΚΑΤΑΦΥΓΙΟ ΜΟΥ"

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Vasilis Fotópulos (Grecia)

Vasilis Fotópoulos (1934, Kalamata - 14 de enero de 2007, Atenas, Grecia) era pintor, escenógrafo y director.
Trabajó para el teatro y el cine.
Logró el Oscar a la Mejor Dirección Artística por la película estadounidense América América (1963), que, sin embargo, se dio oficialmente a su director Elías Kazán, y el año siguiente ganó el mismo premio por la película griega Zorba el Griego de Mijalis Kakoyanis, basada en la novela de Nikos Kazantzakis.

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5 Δεκεμβρίου 2009

ΘΕΟΣ ΦΥΛΑΞΟΙ!

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El urinario estaba embadurnado de alquitrán. Al frente había tres tabiques de madera con puertas provistas, a manera de mango, de un mecanismo automático. Se dirigió al compartimento del fondo. La puerta se cerró sola con estruendo. Se bajó los pantalones y se sentó en la tapa de la taza. Mecánicamente extendió la mano para coger papel del rollo que colgaba del tabique de madera.
La mano se le quedó en suspenso: la pared estaba llena de dibujos e inscripciones obscenas –no sólo las dos o tres groserías con faltas de ortografía que se podían encontrar en los servicios de los cines de barrio de Atenas, sino páginas enteras-. La mayoría estaban medio borradas, excepto una. Como hipnotizado, se puso a leer. La escritura era retorcida, las letras unidas entre sí, no podía descifrar todas las palabras, pero, más o menos, comprendió de qué se trataba. El anónimo cronista contaba que un atardecer había ido a un parque y, según avanzaba sigilosamente sobre el césped, por poco tropieza sobre una chica-. Continuaba la descripción de la escena con todo tipo de detalles excitantes y muchos primeros planos que, como un operador infatigable, había filmado el desconocido con sus ojos, cayendo de rodillas casi entre las piernas del desprevenido marinero.
Excitado, mareado cono si hubiera bebido de un solo trago una botella de vino, templándose todo el cuerpo de lascivia, se volvió febrilmente hacia la otra pared, mientras su mano, obedeciendo a un impulso ciego y animal, descendió hasta la entrepierna. Pero. De repente, se quedó helado como si hubiera visto un fantasma. Por un agujero de la pared medianera, en el que no había fijado hasta entonces, vio un dedo que se movía como diciendo «ven, ven…». Lo miró aturdido, con la respiración entrecortada, parecía una cobra presta a abalanzarse sobre él al menor movimiento. Después el dedo se retiró. Inclinándose un poco, alcanzó a distinguir dos muslos llenos de pecas y de escasos pelos rojizos, porque inmediatamente después el agujero se oscureció y vio salir de él una cosa que no era dedo, lo vio salir todo entero y esperar palpitando provocadoramente. Miró estupefacto el trozo de carne humana, que se diría no pertenecía a persona alguna, sino a la pared de la madera, la sucia e inanimada pared de madera que lo invitaba ahora a hacer el amor. Miró indeciso, lleno de deseo, pero también de miedo, de asco. Toda la sangre se le había subido a la cabeza. En aquel momento alguien intentó abrir la puerta. Presa del pánico, dio un salto y la golpeó desde dentro. Al mismo tiempo, todo el andén comenzó a agitarse por el estruendo de un tren que entraba en la estación. Se subió apresuradamente los pantalones y se precipitó afuera. Un tren se ponía en marcha en el andén de al lado. Miró el reloj. Tenía aún tres minutos enteros. Se volvió y miró atentamente hacia la entrada de los servicios. Y, de repente, lo embargó la irresistible curiosidad de ver a quién pertenecían los muslos pecosos y pelirrojos, de ver quién era aquella pared dotada de pene humano. Así pues, se arrimó a la entrada, de forma que pudiera vigilar las puertas de los tres compartimentos. Quería ver, aun a costa de perder el tren, aun a costa de llegar tarde al trabajo, no le importaba ya -¡a la porra el trabajo!-. Había un montón de trabajos en esta ciudad rica y populosa.
Pero no fue necesario que perdiera el tren. Casi al instante la puerta de en medio se abrió, y salió un joven con uniforme gris y una gorra con una cinta granate. Bajo la gorra se distinguían algunos cabellos rojos. Tenía la cara llena de pecas. Con la cabeza alta, pasó a su lado y se perdió entre la multitud. En aquel instante apareció un tren –su tren-. Como un robot que no piensa, sino que ejecuta órdenes, se apiñó entre la gente ante la puerta del vagón más cercano, entró y se plantó con la cara hacia fuera. El tren se puso en marcha. Se metió la mano en el bolsillo para sacar el billete y tenerlo preparado (...). Luego se puso a mirar afuera, a mirar melancólicamente las casas y las fábricas que desfilaban en dirección contraria. Y, al mirar, recordó algo –algo que le venía incomodando desde hacía rato, al bajar de la habitación de su hotel, cuando se quedó un momento vacilante sin saber por qué-. Ahora lo sabía. Era la gente del bar. El bar estaba lleno. Por la mañana temprano. ¡Dios nos guarde!

Costas Taktsis: Las vueltas (ediciones del oriente y del mediterráneo, 1996)
(trad.: Natividad Gálvez)

COSTAS TAKTSIS. Nació en Salónica en 1927, y es el máximo exponente de la generación de escritores de la última pléyade de las letras griegas. Pasó su infancia y adolescencia en Atenas, donde estudió la carrera de derecho. Murió asesinado en esta ciudad en agosto de 1988. Sus libros reflejan fundamentalmente el mundo de su infancia y adolescencia, un mundo lleno de miserias, guerra civil y brutalidades, que son observadas por la mirada inocente y distanciada del pequeño. Desde la aparición de su primera novela, La tercera boda, en 1963, pasó a ocupar un lugar destacado en las letras neogriegas. Su segunda obra, Las vueltas, es un conjunto de cuentos aparecidos en diferentes revistas literarias y reunidos en forma de libro en 1972. Posteriormente publicó una nueva recopilación de relatos, Mi abuela Atenas y una antología de poemas, Café Bizancio.
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