30 Απριλίου 2012

Η ΟΜΟΦΥΛΟΦΙΛΙΑ ΜΕΤΑΞΥ ΤΩΝ ΘΝΗΤΩΝ 3 - ΘΑΜΥΡΙΣ (γ')


LA HOMOSEXUALIDAD ENTRE LOS MORTALES 3 - TÁMIRIS (c´)

(…) Clío se enamoró de Píero, hijo de Magnes. De su unión con él tuvo por hijo a Jacinto, del que se enamoró Támiris, hijo de Filamón y de la ninfa Argíope, siendo así el primero en enamorarse de varones. Pero posteriormente, mientras lanzaba el disco, Apolo dio muerte a Jacinto, que también era amante suyo. Támiris, que destacaba en belleza y en el canto al son de la cítara, compitió con las Musas en un certamen musical, llegando al acuerdo de que, si resultaba vencedor, podría unirse a todas, pero si por el contrario era vencido, ellas podrían privarle de lo que desearan. Las Musas resultaron vencedoras y le privaron de los ojos y de su arte con la cítara.

Apolodoro: Biblioteca mitológica (Alianza, 1993)
Traducción: Julia García Moreno


… se confirma que cada cantón griego dispone de su fundador mítico de la sexualidad iniciática: Jacinto es a Esparta lo mismo que Pélope es a Élida. Támiris, su amante, generalización a partir de una versión nórdica oscura, es según Apolopdo, el primer pederasta griego.
… es notable que Tespias, la ciudad de Narciso, tuviera una corporación de tamirídontes, músicos salidos de Támiris, organizadores de grandes concursos musicales.

Bernard Sergent: La homosexualidad en los mitos griegos (Alta Fulla, 1986.)

20 Απριλίου 2012

Η ΟΜΟΦΥΛΟΦΙΛΙΑ ΜΕΤΑΞΥ ΤΩΝ ΘΝΗΤΩΝ 3 - ΘΑΜΥΡΙΣ (β')


LA HOMOSEXUALIDAD ENTRE LOS MORTALES 3 - TÁMIRIS (b´)

El poeta Támiris, el primer hombre que se enamoró y quiso conquistar a un ser de su mismo sexo –y por lo tanto quien introdujo el homoerotismo entre los mortales- no pudo escapar a la ira de Apolo, a su vez, el primer dios que gozó de los placeres sensuales masculinos. El problema era que los dos tenían el mismo objetivo. El elegido era Jacinto, joven príncipe espartano y ninguno de los dos se mostraba dispuesto a compartirlo. A Apolo no le resultó difícil librarse de Támiris. El poeta se había jactado de poder superar a las Musas en el canto, y la hybris no era un asunto menor entre los griegos. En cuanto Apolo les informó maliciosamente a las Musas, éstas privaron a Támiris de la vista, de la voz y de la memoria para tañir el arpa.
Pero tampoco Apolo pudo disfrutar mucho tiempo de Jacinto. El Viento del Oeste también se había encaprichado con Jacinto y se sentía locamente celoso de Apolo. Cierto día en que el dios estaba enseñándole al muchacho a jugar al disco, el Viento del Oeste se apoderó del disco en el aire, lo lanzó contra el cráneo de Jacinto y lo mató.
El mito forma parte de una serie de leyendas que, según Bernard Sergent en su clásica obra La homosexualidad en la mitología griega, vendrían a simbolizar y servían de modelo a una práctica amorosa usual en la Grecia antigua, que formaba parte de sus marcos sociales instruidos: la pederastia. Ésta se desarrolló aproximadamente entre los siglos VI hasta el IV a.C. y consistía en la relación entre un varón adulto entre los veinte y los treinta años llamado erastes –el que ama- y el erómeno o amado, que era siempre un adolescente impúber. La sujeción amorosa, que incluía el goce sexual del miembro del erastes entre los muslos de su enamorado, frente a frente, terminaba con la aparición de la pubertad y la aptitud para el matrimonio. A lo largo y ala final de la relación, el erastes le hacía al erómeno una serie de regalos simbólicos: coronas de flores, aceites y perfumes para la unción del cuerpo, un equipo militar, un buey, una liebre para que el erómeno tomara gusto por la caza y una copa con el nombre del muchacho escrito en él y seguido de la palabra καλός (bello).

Andrián Melo: El amor de los muchachos. Homosexualidad y Literatura (Ediciones LEA, 2005)


9 Απριλίου 2012

Η ΟΜΟΦΥΛΟΦΙΛΙΑ ΜΕΤΑΞΥ ΤΩΝ ΘΝΗΤΩΝ 3 - ΘΑΜΥΡΙΣ (α')

Nikolai Tseretelli como Támiris en la ópera de Innokenty Annensky Thamyris Kitharodos


LA HOMOSEXULAIDAD ENTRE LOS MORTALES 3 - TÁMIRIS (a')

Varios candidatos se disputan en la mitología griega el honor de ser el primer mortal masculino enamorado de un joven. Layo, el padre y víctima de Edipo, es uno de ellos; el poeta Támiris, otro. Si no el primero, uno de los primeros fue Orfeo, después de haber perdido a Eurídice. Tanto Támiris como Orfeo aprendieron el arte de la poesía con Lino, el inventor del ritmo y la melodía. Támiris cometió el error de rivalizar con Apolo por el amor de Jacinto y, todavía peor, se vanaglorió de saber cantar mejor que las Musas, quienes se enteraron de ello por habérselo dicho Apolo. Las Musas se vengaron privándole de la voz y de la vista. Nunca más podría admirar a Jacinto ni cantar sus excelencias. Sin ver la belleza y sin cantarla, el amor no podría continuar; Apolo había eliminado así a su rival de modo tan eficaz como si hubiera quitado la vida. Amor y poesía tenían que estar juntos. Eran los poetas, como amantes de jóvenes, quienes expresaban lo que los victorianos llamarían mucho más tarde, de manera vaga y más bien ominosa, «amor griego».

Gregory Woods: Historia de la literatura gay (Akal, 2001)

591 Los que cultivaban el campo en Pilos, Arena deliciosa, Trío, vado del Alfeo, y la bien edificada Epi, y los que habitaban en Ciparisa, Anfigenia, Ptelo y Dorio (donde las Musas, saliéndole al camino a Tamiris el tracio, le privaron del canto cuando volvía de la casa de Eurito el ecaleo; pues jactóse de que saldría vencedor, aunque cantaran las propias Musas, hijas de Zeus, que lleva la égida, y ellas irritadas le cegaron, le privaron del divino canto y le hicieron olvidar el arte de pulsar la cítara ), eran mandados por Néstor, caballero gerenio, y habían llegado en noventa cóncavas naves.
Homero, Ilíada (Canto II)


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