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V
CLONARIÓN Y LEENA
CLONARIÓN: Hemos oído cosas sorprendentes acerca de ti, Leena!; dicen que Megila, la rica lesbia, está enamorada de ti como un hombre, que vivís juntas y os dedicáis a no sé qué actividad recíproca. ¿Qué pasa?, ¿has enrojecido?, ¡ea!, dime si es verdad lo que se dice.
LEENA. Es verdad, Clonarión. Y yo estoy avergonzada, por lo antinatural que es esto.
CLONARIÓN. ¡En nombre de la diosa Afrodita!, ¿de qué se trata?, ¿qué quiere la mujer?, ¿qué havéis cuando estáis juntas? ¿Lo ves? Ya no me quieres, pues de otro modo no me ocultarías tales secretos.
LEENA. Te quiero más que a ninguna otra amiga, pero ella es terriblemente viril.
CLONARIÓN. No entiendo lo que dices, a no ser que se trate de una especie de fulana para mujeres. Dicen que hay mujeres así en Lesbos, con pinta de hombres, que no quieren tener comercio con hombres, sino que ellas mismas se acercan a las mujeres, como si fueran hombres.
LEENA. De una cosa parecida se trata.
CLONARIÓN. Entonces, Leena, explícamelo, cómo se insinuó primero, cómo tú te dejaste convencer y lo que vino después.
LEENA. La propia Megila y otra mujer rica, Demonasa la corintia, con las mismas costumbres que Megila, habían organizado una fiesta y me habían contratado a mí también para que les tocara la cítara. Cuando dejé de tocar ya era muy tarde y había que acostarase; ellas estaban borrachas. "¡Ea! -me dijo-, Leena, es un buen momento para irnos a la cama, acuéstate aquí en medio de nosotras.”
CLONARIÓN. ¿Y te acostaste? ¿Qué pasó luego?
LEENA. Al principio me besaban como los hombres, no sólo ajustando sus labios a los míos, sino que entreabrían la boca y me abrazaban, apretándome los pechos. Demonasa incluso me mordía mientras me besaba. Yo no sabía cómo interpertar lo que ocurría. Por fin Megila, que estaba ya muy caliente, se quitó la peluca de la cabeza (llevaba una peluca muy bien imitada y perfectamente ajustada) y apareció pelada al cero, afeitada como hacen los atletas muy viriles. Yo al verla me quedé turbada, pero ella me dijo; “¿Has visto alguna vez, Leena, a un muchacho tan hermoso?”. “ Yo no veo aquí na ningún joven, Megila”, dije. “ No me afemines - dijo -, pues yo me llamo Megilo y hace tiempo que me casé con Demonasa; es mi mujer.” Ante estas palabras, Clonarión, yo me eché a reír y dije: “¿Entonces tú, Megila, nos has estado ocultando que eres un hombre, como dicen que Aquiles se ocultaba entre las doncellas, y tienes tu virilidad y te comportas como un hombre con Demonasa?” “Aquello no lo tengo, Leena, -dijo-, pero no lo necesito en absoluto; tengo una manera muy propia y mucho más agradable de hacer el amor, como vas a ver.” “¿Entonces eres un hermafrodita –pregunté yo-, con los atributos de ambos sexos, de los que se dice que hay muchos?” Porque yo, Clonarión, todavía ignoraba estas cosas. “No -respondió-, sino que soy un hombre completo.” “Oí decir –seguí hablando yo – a la flautista beocia Ismenodora, cuando contaba relatos tradicionales de su país, que una mujer en Tebas se había transformado en hombre y que este hombre había llegado a ser in magnífico adivino, Tiresias se llamaba, según creo. ¿Acaso a ti te ha ocurrido algo parecido?” “No, Leena –respondió-, yo nací mujer igual que vosotras, pero mi pensamiento, mis deseos y todo lo demás lo tengo como un hombre.” “¿Y te basta con los deseos?”, dije yo. “Si no te fías de mí, dame una oportunidad, Leena, y te darás cuenta de quq no me falta nada de lo que tienen los hombres, pues tengo una cosa a cambio de su virilidad. Tú déjate hacer y lo verás.” Yo me dejé hacer, Clonarión, en vista de sus súplicas insistentes y de que me regaló un collar de mucho precio y finísima lencería. Luego yo la abracé como a un hombre y ella puso manos a la obra y me besaba y suspiraba y daba la impresión de que disfrutaba de una manera exagerada.
CLONARIÓN. ¿Y qué te hacía, Leena, y cómo lo hacía? Dime esto sobre todo.
LEENA. No preguntes con tanto detalle, que es de mal gusto; aparte de que, te lo juro por la Celeste, no te podría decir.
Luciano de Samosata: Diálogos de Cortesanas (Alianza Editorial, 1997)
Traducción: Juan Zaragoza Botella
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CLONARIÓN Y LEENA
CLONARIÓN: Hemos oído cosas sorprendentes acerca de ti, Leena!; dicen que Megila, la rica lesbia, está enamorada de ti como un hombre, que vivís juntas y os dedicáis a no sé qué actividad recíproca. ¿Qué pasa?, ¿has enrojecido?, ¡ea!, dime si es verdad lo que se dice.
LEENA. Es verdad, Clonarión. Y yo estoy avergonzada, por lo antinatural que es esto.
CLONARIÓN. ¡En nombre de la diosa Afrodita!, ¿de qué se trata?, ¿qué quiere la mujer?, ¿qué havéis cuando estáis juntas? ¿Lo ves? Ya no me quieres, pues de otro modo no me ocultarías tales secretos.
LEENA. Te quiero más que a ninguna otra amiga, pero ella es terriblemente viril.
CLONARIÓN. No entiendo lo que dices, a no ser que se trate de una especie de fulana para mujeres. Dicen que hay mujeres así en Lesbos, con pinta de hombres, que no quieren tener comercio con hombres, sino que ellas mismas se acercan a las mujeres, como si fueran hombres.
LEENA. De una cosa parecida se trata.
CLONARIÓN. Entonces, Leena, explícamelo, cómo se insinuó primero, cómo tú te dejaste convencer y lo que vino después.
LEENA. La propia Megila y otra mujer rica, Demonasa la corintia, con las mismas costumbres que Megila, habían organizado una fiesta y me habían contratado a mí también para que les tocara la cítara. Cuando dejé de tocar ya era muy tarde y había que acostarase; ellas estaban borrachas. "¡Ea! -me dijo-, Leena, es un buen momento para irnos a la cama, acuéstate aquí en medio de nosotras.”
CLONARIÓN. ¿Y te acostaste? ¿Qué pasó luego?
LEENA. Al principio me besaban como los hombres, no sólo ajustando sus labios a los míos, sino que entreabrían la boca y me abrazaban, apretándome los pechos. Demonasa incluso me mordía mientras me besaba. Yo no sabía cómo interpertar lo que ocurría. Por fin Megila, que estaba ya muy caliente, se quitó la peluca de la cabeza (llevaba una peluca muy bien imitada y perfectamente ajustada) y apareció pelada al cero, afeitada como hacen los atletas muy viriles. Yo al verla me quedé turbada, pero ella me dijo; “¿Has visto alguna vez, Leena, a un muchacho tan hermoso?”. “ Yo no veo aquí na ningún joven, Megila”, dije. “ No me afemines - dijo -, pues yo me llamo Megilo y hace tiempo que me casé con Demonasa; es mi mujer.” Ante estas palabras, Clonarión, yo me eché a reír y dije: “¿Entonces tú, Megila, nos has estado ocultando que eres un hombre, como dicen que Aquiles se ocultaba entre las doncellas, y tienes tu virilidad y te comportas como un hombre con Demonasa?” “Aquello no lo tengo, Leena, -dijo-, pero no lo necesito en absoluto; tengo una manera muy propia y mucho más agradable de hacer el amor, como vas a ver.” “¿Entonces eres un hermafrodita –pregunté yo-, con los atributos de ambos sexos, de los que se dice que hay muchos?” Porque yo, Clonarión, todavía ignoraba estas cosas. “No -respondió-, sino que soy un hombre completo.” “Oí decir –seguí hablando yo – a la flautista beocia Ismenodora, cuando contaba relatos tradicionales de su país, que una mujer en Tebas se había transformado en hombre y que este hombre había llegado a ser in magnífico adivino, Tiresias se llamaba, según creo. ¿Acaso a ti te ha ocurrido algo parecido?” “No, Leena –respondió-, yo nací mujer igual que vosotras, pero mi pensamiento, mis deseos y todo lo demás lo tengo como un hombre.” “¿Y te basta con los deseos?”, dije yo. “Si no te fías de mí, dame una oportunidad, Leena, y te darás cuenta de quq no me falta nada de lo que tienen los hombres, pues tengo una cosa a cambio de su virilidad. Tú déjate hacer y lo verás.” Yo me dejé hacer, Clonarión, en vista de sus súplicas insistentes y de que me regaló un collar de mucho precio y finísima lencería. Luego yo la abracé como a un hombre y ella puso manos a la obra y me besaba y suspiraba y daba la impresión de que disfrutaba de una manera exagerada.
CLONARIÓN. ¿Y qué te hacía, Leena, y cómo lo hacía? Dime esto sobre todo.
LEENA. No preguntes con tanto detalle, que es de mal gusto; aparte de que, te lo juro por la Celeste, no te podría decir.
Luciano de Samosata: Diálogos de Cortesanas (Alianza Editorial, 1997)
Traducción: Juan Zaragoza Botella
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Luciano de Samosata
Luciano de Samósata (en griego Λουκιανός ο Σαμοσατεύς, en latín Lucianus), o de Samosata (Samosata, Siria, 125 - 181), escritor sirio de expresión griega, uno de los primeros humoristas, perteneciente a la llamada Segunda sofística.
Biografía
Fue aprendiz de escultor; ejerció de abogado en Antioquía, pero no acostumbrado a la vida sedentaria se dedicó a la sofística y recorrió todo el Mediterráneo durante el reinado del emperador romano Marco Aurelio dando conferencias; es muy posible que enseñara retórica en algún lugar del imperio romano. Tras pasar unos años en Roma, donde fue amigo del filósofo platónico Nigrino (159), lo hallamos de nuevo en Antioquía en 163, pero se domicilió en Atenas en 165 y allí permaneció más de veinte años; se cree que escribió entonces la mayor parte de sus obras, en dialecto ático muy puro, y llevó a cabo lecturas de sus obras en ciudades helénicas como Éfeso y Corinto. En el 167 asistió por cuarta vez a los Juegos Olímpicos; allí presenció el suplicio en la hoguera del fanático Peregrino Proteo, expulsado de Roma por insolencia y subversión y encarcelado en Olimpia por profesar el Cristianismo; lo hizo sin simpatizar con esta víctima, que despreciaba por asumir una creencia supersticiosa. Se definió en El pescador en estos términos:
Odio a los impostores, pícaros, embusteros y soberbios y a toda la raza de los malvados, que son innumerables, como sabes... Pero conozco también a la perfección el arte contrario a éste, o sea, el que tiene por móvil el amor: amo la belleza, la verdad, la sencillez y cuanto merece ser amado. Sin embargo, hacia muy pocos debo poner en práctica tal arte, mientras que debo ejercer para con muchos el opuesto. Corro así el riesgo de ir olvidando uno por falta de ejercicio y de ir conciendo demasiado bien el otro.
Su bien afilado cálamo le supuso muchos enemigos y, deseoso de asentarse y no depender tanto de sus conferencias, solicitó y obtuvo un empleo estable y bien remunerado en la administración romana de Egipto: asistente del gobernador para asuntos judiciales; quizá murió en Alejandría poco después de la muerte de Cómodo, en 192.
Luciano no llevó una existencia triunfal ni ignorada u oscura: vivió apaciblemente consagrado a las letras, libre de todo prejuicio y sosteniendo con entereza sus opiniones, sin ser estrictamente ni filósofo ni sofista, sino sólo un hombre de letras. Sin embargo su postura es la de un escéptico integral y un antidogmático convencido, y si se apoya alguna vez en el Epicureísmo es solamente por su hostilidad hacia la religión, y lo mismo ocurre con sus simpatías por el Cinismo, que obedecen a su desprecio por cualquier forma de amaneramiento y falsedad. Y, oculto y esencial por detrás de la mueca burlona, un hondo y esencial pesimismo. No se le puede comparar con Aristófanes, como se ha hecho, puesto que éste ataca personajes y costumbres en función de un sistema de firmes creencias, posee una doctrina y un ideal, mientras que Luciano se burla, acaso con mayor crueldad, por la inelegancia, la hinchazón, la tosquedad o la indignidad de lo atacado, y por detrás de su sátira hay un escepticismo absoluto.
Producción literaria
Luciano es uno de los mayores genios satíricos de la Literatura Universal. Su ironía ha tenido imitadores en todas las épocas. Utilizó un griego ático puro de gran sabor clásico. Se conserva casi toda su obra en prosa, el Corpus Lucianeum, alrededor de 82 opúsculos de temática muy variada entre los cuales acaso una decena son apócrifos o espurios: Lucio o El asno, Elogio de Demóstenes, Tragopodagra, Epigramas, Sobre la diosa siria, Caridemo, Amores, Los longevos, El patriota, Cartas, Timarión. Algunos añaden además Sobre la astrología, Hipias o El baño y Nerón. Otros, como Bompaire, piensan que son auténticos Sobre la diosa siria y Tragopodagra. Bastantes de las originales son obras retóricas (Elogio de la mosca, Elogio de la patria, Juicio de las vocales) y a veces ronda la autobiografía (El sueño, donde relata su vocación por la retórica, o El gallo) y le tientan la historia (Historia Verdadera, una de sus obras más famosas, donde parodia y satiriza los escritos de historiadores como Heródoto en su tendencia a narrar lo maravilloso sacrificando la verdad; Sobre cómo escribir la historia, que adopta forma epistolar) o la filosofía (La pantomima, El pecador), pero se le conoce fundamentalmente por una serie de desternilllantes diálogos satíricos y morales (Diálogos de los dioses, Diálogos de los muertos, Diálogos de las cortesanas, Caronte el cínico, Prometeo, La asamblea de los dioses, El parásito, Anacarsis) donde se desacredita todo tipo de creencia filosófica y religiosa (entre estas últimas, figura no sólo la religión pagana, sino también la cristiana, que cada vez tomaba más pujanza). En La almoneda de los filósofos se ataca violentamente la multiplicidad de escuelas de pensamiento. Su producción crítica no se reduce al diálogo, sino que recorre muchísimas formas. Su lucha contra la credulidad no deja de ser recurrente: el mundo está repleto de charlatanes y embaucadores, prestándose las personas a ser engañadas de continuo. Es el caso de obras como Alejandro o el falso profeta (dedicada a Celso), Altercado con Hesiodo, Del luto, El asno, Historia verdadera o Sobre la muerte de Peregrino. En esta última, que tiene como tema a un filósofo cínico de la época, aparece lateralmente Jesús como un vulgar embaucador. Luciano se constituye, pues, en algo así como el Voltaire del mundo antiguo, como lo denominó Engels.
Compuso también libelos como El maestro de retórica, parodias de las tragedias clásicas como El pie ligero o La tragedia de la gota y una novela corta, Historia verdadera, donde idea un viaje a la Luna en un barco arrastrado por una providencial tromba de agua y donde, entre otras maravillas, ve a los selenitas, que no tienen ano, hilar los metales y el vidrio para hacer trajes, beber zumo de aire, quitarse y ponerse los ojos y dar a luz en vez de las mujeres, ya que se casan hombres con hombres; asiste a la guerra entre los caballeros buitres y lacanópteros del emperador selenita, que es Endimión, y los caballeros hormiga del solar, que es Faetón, así llamados por sus respectivas monturas; se trata tal vez de la primera obra de imaginación pura especulativa de la literatura universal, pues ya el mismo autor afirma en ella lo siguiente: «Escribo, por tanto, sobre cosas que jamás vi, traté o aprendí de otros, que no existen en absoluto ni por principio pueden existir». Es, pues, uno de los abuelos de la ficción científica o Ciencia-ficción. De tema parecido es el Icaromenipo, escrito en el que el filósofo real Menipo de Gadara, personaje cínico habitual en sus sátiras contra la religión, consigue volar con un ala de águila y otra de buitre desde el monte Olimpo a la Luna, que encuentra habitada por espíritus. Cuando Menipo decide volar hasta el Sol, los dioses, airados por su atrevimiento, le roban las alas.
Ya en su misma época empezó a ser imitado (el platonizante Celso, por ejemplo), pero sobre todo durante el siglo XVI: Erasmo de Rotterdam lo hizo en sus Coloquios o el mismo François Rabelais; lo leyeron también Maquiavelo y Roïdis. En castellano lo fue por los hermanos Juan y Alfonso de Valdés, así como por Cristóbal de Villalón en El Crotalón. Ya en el siglo XVII hay huellas de Luciano en Mateo Alemán, y Miguel de Cervantes lo utiliza como modelo para su Coloquio de los perros y Francisco de Quevedo se inspira en él para componer sus Sueños. En el resto de Europa no fue su prestigio menor: le imitaron Swift (Viajes de Gulliver), Bergerac (Viaje a la luna) y Voltaire, sobre todo.
Bibliografía
Obra propia en castellano
Luciano de Samosata (1988/1997). Obras. Obra completa. Madrid: Editorial Gredos. ISBN 9788424916022.
(1997) Volumen I. ISBN 9788424901530.
(1988) Volumen II. ISBN 9788424912765.
(1990) Volumen III. ISBN 9788424914165.
(1992) Volumen IV. ISBN 9788424916039.
— (1998). Relatos Fantásticos. Madrid: Alianza Editorial. ISBN 8420636630.
— (1962/1966). Obras. Edición bilingüe de J. Alsina (2 vols.). Barcelona: Alma Mater. ISBN 9788424916022.
Sobre Luciano
Marichalar, Salvador (1983). "Introducción" a Luciano, Diálogos. Historia verdadera.. Págs. ix-xxvii. México.
Montero Díaz, Santiago (1946). Literatura griega. Pags. 203-204. Madrid.
Obras de Luciano de Samósata
Alejandro o el falso profeta
Altercado con Hesiodo
Amores
Anacarsis
Caridemo
Caronte el cínico
Cartas
Corpus Lucianeum
Del luto
Diálogos de las cortesanas
Diálogos de los dioses
Diálogos de los muertos
El asno
El baño
El gallo
El maestro de retórica
El parásito
El patriota
El pecador
El pie ligero
El sueño
Elogio de Demóstenes
Elogio de la mosca
Elogio de la patria
Epigramas
Hipias
Historia verdadera
Juicio de las vocales
La almoneda de los filósofos
La asamblea de los dioses
La pantomima
La tragedia de la gota
Los longevos
Lucio o El asno
Nerón
Prometeo
Sobre cómo escribir la historia
Sobre la astrología
Sobre la diosa siria
Timarión
Tragopodagra
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lo amé de una
gran historia
gracias por tener este espacio
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