Las relaciones amorosas entre ciudadanos son aún más difíciles de determinar. El vínculo que unía el joven admirado (erómenos) con sus frecuentemente múltiples admiradores (erastaí) podía ser muy laxo, y mostrarse en la insistencia, los poemas o las miradas. En La república de los lacedemonios (II, 13-14), Jenofonte insiste en que, en Esparta, las relaciones entre unos y otros, eran tan inocentes como las de padres e hijos aunque reconoce que sus contemporáneos lo consideraban casi increíble. Aparte de su mayor o menor veracidad, su testimonio demuestra que había quien concebía el trato “erótico” aparte del sexual, y que, para algunos, el sexo entre hombres era una cuestión controvertida.
Uno de los lugares de contacto más corrientes era el gimnasio, y en él transcurren algunos de los diálogos de Platón. En Lisis, Sócrates acude a admirar el entrenamiento de los jóvenes junto con un ruboroso pretendiente de Lisis. En Cármides, de regreso de un viaje, se invita a Sócrates a contemplar el florecimiento repentino de Cármides en su ausencia; cuando este entra en la sala, seguido por una rastra de admiradores, Sócrates es uno más de los que resultan cautivados por su belleza. La cuestión se trata de naturalidad; Sócrates pensaba que Lisis debía ser muy joven, pues no había oído hablar de él, y la transformación de Cármides da pie a muchos comentarios. Además de las posibles referencias a la venta de ese florecimiento, ello implica que la edad más valorada era la hebe. Los griegos siempre se refirieron a las relaciones eróticas entre hombres como paiderastía, pero las fuentes ofrecen pocos datos que avalen una posible aceptación (y menos todavía la institucionalización) del sexo con impúberes. Ocurre, más bien, que el termino país (niño, chico) o incluso paidíon (niño pequeño) eran intercambiables con otros como neaniscos (joven) o meirákion (adolescente o hombre joven) para referirse a la misma persona (así ocurre en el tercer discurso de Lisias, por ejemplo). Además, las familias acomodadas dejaban a los niños al cuidado de esclavos, los paidagogoí, y las leyes impedías el acceso de aquellos a los centros de entrenamiento.
Sócrates lamentaba que los chicos prefirieran el trato de los admiradores más jóvenes, y el hecho de que Timarco hubiera sido visto con hombres mayores que él ayudaba a acreditar las acusaciones de prostitución que le dirigiera Esquines. La conducta frívola –como la facilidad excesiva, por la cual los regalos parecían pagos, o el trato con demasiados hombres diferentes- era considerada reprobable, y el hombre queque intentaba cautivar abiertamente se aventuraba a ser reputado de kínaidos, el equivalente homosexual de moikhós (el engalanado seductor de mujeres). La prostitución tenía connotaciones políticas, y era una metáfora común para la corrupción; un político ateniense condenado por prostitución podía perder todos los derechos de ciudadanía (de hecho, las referencias a la homosexualidad en Atenas suelen darse en contextos políticos). El comportamiento recto y el censurable estaban separados por una línea muy fina, y Platón pareció llegar a la conclusión de que el deseo y las relaciones de corte homosexual acarreaban riesgos innecesarios para la autonomía personal, moral o política, por lo cual era preferible estigmatizarlos.
En los gimnasios de Grecia se encuentran, mano con mano, dos de los rasgos más distintivos de su cultura: el desnudo masculino y el amor griego. Lo hermosos (kalós) se designaba con la misma palabra que lo “noble” o lo “estimable” , y la condición física de un joven en la hebe ocupa un lugar central en el imaginario y la imaginación de Grecia. Toda esa insistencia ideológica en la constitución física y su representación , ¿”homerotizaba” la cultura griega, o acaso el deseo estaba sumergido en un mar de significados (diferentes)?
James Davidson: La vida privada. La sexualidad
en Robin Osborne: la Grecia clásica (Crítica, 2002)
Uno de los lugares de contacto más corrientes era el gimnasio, y en él transcurren algunos de los diálogos de Platón. En Lisis, Sócrates acude a admirar el entrenamiento de los jóvenes junto con un ruboroso pretendiente de Lisis. En Cármides, de regreso de un viaje, se invita a Sócrates a contemplar el florecimiento repentino de Cármides en su ausencia; cuando este entra en la sala, seguido por una rastra de admiradores, Sócrates es uno más de los que resultan cautivados por su belleza. La cuestión se trata de naturalidad; Sócrates pensaba que Lisis debía ser muy joven, pues no había oído hablar de él, y la transformación de Cármides da pie a muchos comentarios. Además de las posibles referencias a la venta de ese florecimiento, ello implica que la edad más valorada era la hebe. Los griegos siempre se refirieron a las relaciones eróticas entre hombres como paiderastía, pero las fuentes ofrecen pocos datos que avalen una posible aceptación (y menos todavía la institucionalización) del sexo con impúberes. Ocurre, más bien, que el termino país (niño, chico) o incluso paidíon (niño pequeño) eran intercambiables con otros como neaniscos (joven) o meirákion (adolescente o hombre joven) para referirse a la misma persona (así ocurre en el tercer discurso de Lisias, por ejemplo). Además, las familias acomodadas dejaban a los niños al cuidado de esclavos, los paidagogoí, y las leyes impedías el acceso de aquellos a los centros de entrenamiento.
Sócrates lamentaba que los chicos prefirieran el trato de los admiradores más jóvenes, y el hecho de que Timarco hubiera sido visto con hombres mayores que él ayudaba a acreditar las acusaciones de prostitución que le dirigiera Esquines. La conducta frívola –como la facilidad excesiva, por la cual los regalos parecían pagos, o el trato con demasiados hombres diferentes- era considerada reprobable, y el hombre queque intentaba cautivar abiertamente se aventuraba a ser reputado de kínaidos, el equivalente homosexual de moikhós (el engalanado seductor de mujeres). La prostitución tenía connotaciones políticas, y era una metáfora común para la corrupción; un político ateniense condenado por prostitución podía perder todos los derechos de ciudadanía (de hecho, las referencias a la homosexualidad en Atenas suelen darse en contextos políticos). El comportamiento recto y el censurable estaban separados por una línea muy fina, y Platón pareció llegar a la conclusión de que el deseo y las relaciones de corte homosexual acarreaban riesgos innecesarios para la autonomía personal, moral o política, por lo cual era preferible estigmatizarlos.
En los gimnasios de Grecia se encuentran, mano con mano, dos de los rasgos más distintivos de su cultura: el desnudo masculino y el amor griego. Lo hermosos (kalós) se designaba con la misma palabra que lo “noble” o lo “estimable” , y la condición física de un joven en la hebe ocupa un lugar central en el imaginario y la imaginación de Grecia. Toda esa insistencia ideológica en la constitución física y su representación , ¿”homerotizaba” la cultura griega, o acaso el deseo estaba sumergido en un mar de significados (diferentes)?
James Davidson: La vida privada. La sexualidad
en Robin Osborne: la Grecia clásica (Crítica, 2002)
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