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La calle Pandrossou
La calle Pandrossou
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Bienamadas imágenes de Atenas.
Bienamadas imágenes de Atenas.
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En el barrio de Plaka,
En el barrio de Plaka,
junto a Monastiraki,
una calle vulgar con muchas tiendas.
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Si alguno que me quiere
Si alguno que me quiere
alguna vez va a Grecia
y pasa por allí, sobre todo en verano,
que me encomiende a ella.
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Era un lunes de agosto
Era un lunes de agosto
después de un año atroz, recién llegado.
Me acuerdo que de pronto amé la vida,
porque la calle olía
a cocina y a cuero de zapatos.
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Jaime Gil De Biedma / España
Jaime Gil De Biedma / España
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"Gil de Biedma: una vocación escandalosa"
Emblema, para muchos, de la Generación del 50, hoy el buque más clásico de nuestras letras, a los 10 años de su muerte, Jaime Gil de Biedma es un clásico que acertó -en los años 60- a llevar a nuestra poesía una voz coloquial, muy trabajada y muy refinada de materia literaria, que alguien definió como una confesión junto a un vaso de whisky.A Jaime Gil de Biedma le gustó escandalizar, en el mejor sentido. Escandalizar a la izquierda -a la que pertenecía- mostrando gustos de señorito bien educado por la derecha. A la cerrazón hispánica de sus mejores tiempos -tan llenos aún de posguerra- con su saber cosmopolita, de hombre viajado, que citaba un alejandrino de Racine, en su original francés, o una sentencia de Auden, en un inglés muy bien aprendido...
Claro que había otros escándalos en Jaime, que al principio podían serlo tanto, que él callaba, fuera de sus íntimos. Jaime Gil de Biedma era homosexual, lo que se ve en su poesía (sobre todo por la ausencia total de femenino) y singularmente en el famoso Diario del artista en 1956 , que aún espera la aparición de un hermano inédito, el Diario de 1978 , en manos de su agente literaria Carmen Balcells.
Jaime vivió su homosexualidad -durante el franquismo- como un problema familiar, nunca como problema íntimo. Pero con la sana libertad que llegó en los días de la Transición, Jaime Gil (y lo recuerdo, porque es una faceta de su persona que muchos de sus discípulos olvidan) llegó, prácticamente, a convertirse en un discreto militante por los derechos de gays y lesbianas.
Muestra de ese afán informativo y reivindicador queda en libros de Tusquets, que él recomendó a Beatriz de Moura, desde el tomito El homosexual ante la sociedad enferma (que termina con una entrevista a Jaime Gil, hablando sobre la sexualidad heterodoxa en la Generación del 27) hasta los dos volúmenes de Cónsules de Sodoma -título de Jaime- una recopilación de entrevistas con famosos escritores gays, aparecidas en una célebre revista norteamericana de los 70, Gay Sunshine.
El sida puso fin, tristemente, a esa militancia positivista y positiva. Pero ¿por qué olvidar, recordando a Jaime y volviendo a señalar al gran poeta que fue Gil de Biedma, que hubo también un hombre -menos recordado hoy- que se sintió homosexual, que habló de ello y que soñó con que esa condición fuera libre y normal, y no sólo de boquilla, alguna vez, en algún tiempo y para cualquier persona?.
El Mundo. CULTURA. Sábado, 8 de enero de 2000 / Luís Antonio de Villena
Jaime Gil de Biedma
Nacido en 1929 el seno de una familia de la alta burguesía castellana, su padre se trasladó a Barcelona para trabajar en la Compañía de Tabacos de Filipinas.
Gil de Biedma estudió Derecho en Barcelona y en Salamanca, donde obtuvo la licenciatura en dicha materia. Su poesía evoluciona desde los primeros poemas intimistas de Las afueras al compromiso social de Compañeros de viaje. Al mismo tiempo es una poesía que evita constantemente el surrealismo y busca la contemporaneidad y la racionalidad a toda costa a través de un lenguaje coloquial, si bien desnudo de toda referencia innecesaria. Verdadero exponente de lo que se suele denominar una doble vida, Biedma desarrolla actividades empresariales (su padre le introdujo en el negocio tabaquero familiar) y al mismo tiempo coquetea intelectualmente con el marxismo y su vida interior queda por completo marcada por su condición de homosexual, circunstancia que, en el seno de su profundo pesimismo, le va a llevar a vivir al límite toda una serie de experiencias íntimas autodestructivas.
Si bien hasta entonces había sido un gran lector de poesía francesa, en particular de Charles Baudelaire, en 1953 se trasladó a vivir a Oxford, lo que le puso en contacto con la poesía anglosajona del momento, hecho que ejercería la influencia más determinante en su obra posterior. A partir de 1955 trabaja en la empresa de tabacos de su familia. En 1959 publica Compañeros de viaje, que juntamente con Moralidades (1966) integra la parte más social de su poesía, con piezas llenas de denuncia política en las que evoca la hipocresía burguesa, la miseria que presidía el sistema capitalista, la opresión del pueblo por la España franquista y la discriminación de la mujer.
En 1965 aparece A favor de Venus, una colección de poemas de amor impregnados de erotismo, y en 1968, por último, publica Poemas póstumos. A partir de entonces Biedma publicará diversos poemas en revistas literarias, así como unas memorias: Diario de un artista seriamente enfermo.
En 1974, Biedma padeció una crisis que le lleva a dejar la vida literaria y se recluye en un férreo Nihilismo. El determinismo de una sociedad incapaz de cambiar su historia y el conformismo y desencanto que impregna el mundo intelectual de izquierdas después de la transición a la democracia le abocaron a la desesperación. Fracasaron sus esfuerzos por sobrevivir a la apatía del conformismo burgués del que no aconsejaba escapar. Esto le condujo a abandonar prácticamente su producción literaria hasta su muerte por sida en enero de 1990, al lado de su último compañero, el actor Josep Madern. Sus restos fueron incinerados.
Miembro destacado de la llamada Escuela de Barcelona, se relacionó con sus componentes Gabriel Ferrater, Carlos Barral, seguramente el más sólido de ellos, y Juan Marsé, que no es estrictamente de esta generación, y se carteó con uno de sus modelos, el poeta de la Generación del 27 Luis Cernuda. En su obra poética recurrió al coloquialismo y a la ironía para destacar asuntos sociales y existenciales y, aún cuando no es muy extensa, se ha considerado como una de las más interesantes de su generación, la de los llamados poetas sociales de la España de los años cincuenta. También escribió algunos ensayos literarios.
Obras
Según sentencia del tiempo (1953).
Compañeros de viaje (Barcelona: Joaquín Horta, 1959).
Moralidades (1966)
Poemas póstumos (1968)
Diario del artista seriamente enfermo (1974), memorias.
El pie de la letra: Ensayos 1955-1979 (1980), Crítica, Barcelona
Las personas del verbo (1982), Seix Barral, Barcelona
(wapedia.mobi/es/)
Jaime Gil de Biedma (1929-1990), quince años después
Jaime Gil de Biedma (1929-1990), quince años después
Por Harold Alvarado Tenorio*
Muchos años antes de su muerte, ocurrida el 8 de Enero de 1990, Jaime Gil de Biedma se había convertido en un mito para la literatura española y su consagración como el más renovador de los poetas peninsulares de la segunda mitad del siglo pasado era evidente. Tanto para sus compañeros de viaje y generación, como para los poetas mas jóvenes, fueran novísimos o posteriores a ellos, el alto ejecutivo y el poeta catalán había revolucionado con sus escasos cien poemas, la lírica escrita en español. “Con su muerte se va una parte de mi vida” dijo José Manuel Caballero Bonald. “Nadie, en la poesía de este siglo, nos ha dejado tal cantidad de poemas y versos memorables” expresó Francisco Brines. “La poesía de Jaime Gil de Biedma es una de las mejores del siglo XX” sostuvo Ángel González.
Hijo de una familia vinculada a la aristocracia castellana, -su abuelo paterno fue Javier Gil y Becerril, senador vitalicio por el partido conservador; y el materno, Santiago Alba y Bonifaz, gobernador de Madrid y ministro de Marina, Estado, Instrucción Pública y Hacienda-, pasó los años de la Guerra Civil Española en una finca cercana a Segovia, estudiaría en Barcelona el bachillerato y parte de su carrera de abogado que concluiría en la Universidad de Salamanca, para luego hacer estudios de especialización en economía en Oxford, donde descubrió la poesía inglesa, una de las fuentes definitivas de su prehistoria poética. Desde muy joven ingresó como ayudante de su padre a la Compañía de Tabacos Filipinas, cargo que le llevó a todos los rincones del planeta, pero fundamentalmente al oriente, donde forjó cierto definitivo desprecio por su propia clase y su afecto y atracción hacia la belleza de los marginados y excluidos, donde encontró el placer y la justificación a una existencia maltratada por el dinero, el paso del tiempo, las excelencias de un gran poeta y un secreto y perverso amante de su propia imagen platónica.
En Compañeros de viaje (1959) puede encontrarse la arqueología del personaje poético que creó en sus libros posteriores.
Muy pobre hombre ha de ser uno —dice en el prefacio— si no deja en su obra —casi sin darse cuenta— algo de la unidad e interior necesidad de su propio vivir. Al fin y al cabo, un libro de poemas no viene a ser otra cosa que la historia de un hombre que es su autor, pero elevada a un nivel de significación en que la vida de uno es ya la vida de todos los hombres, o por lo menos, atendidas las inevitables limitaciones objetivas de cada experiencia individual— de unos cuantos entre ellos.
Al publicar Moralidades (1966) y Poemas póstumos (1968) el Otro, «Jaime Gil de Biedma», había encontrado su voz. En el primero se amplían los temas de Compañeros de viaje, con una conciencia definitiva de su concepción poética. Gil de Biedma abandona toda esperanza de solidaridad colectiva y se queda consigo mismo. No es que presuma su condición única, sino que, por saber qué ha sucedido en la historia colectiva y no encontrar, en la cultura del franquismo, una respuesta a sus expectativas, sus miradas e inteligencia se vuelvan sobre el todo social. De allí que pueda hablarse de poesía política, creada desde la íntima experiencia.
En Moralidades predomina el tema erótico. Gil de Biedma sostuvo que sólo había escrito un poema de amor, y que los demás, son poemas sobre la experiencia amorosa, «un diálogo entre la historia amorosa, o entre la escena amorosa que retrata, y mi conciencia, es decir, yo». El amor en sus poemas es casi siempre un encuentro fugaz en un bar, una noche de prostíbulo o en casa ajena, con personajes que, como en Kavafis, existieron para perdurar en el texto.
En el ensayo que dedicó a Jorge Guillén dice que el amor, siendo tema literario habitual en Occidente, se halla en relación distinta a otros, como la nostalgia de la infancia, el sentimiento de caducidad de la vida o la esperanza de un mejor mañana. El amor—«que termina siempre mal»—, es una invención literaria que sin dejar de ser experiencia, sería lo que los franceses de entre siglos llamaron belle passion.
Poemas póstumos ofrece un personaje, conflictivo y matizado sicológicamente, que sabe de la pérdida de la juventud y el acercamiento de la muerte. La ironía del título remite a alguien que no es él mismo, que no puede reconocerse en la imagen que sus poemas anteriores le habían impuesto. Ha sucedido una transición, el tiempo ha hecho desaparecer al Otro, al que en Moralidades estaba en conflicto con su clase, con el tiempo y la historia. Ahora el conflicto es consigo mismo: los fracasos, las resacas, la destrucción de los mitos personales y colectivos y la ruina de Eros. El «paso del tiempo y yo» es su leimotiv. El protagonista de estos poemas es un adulto que padece los sentires del poeta joven, con un sabor a poesía maldita que enfatiza en los encuentros pagados, terminando por certificar la desaparición de ese «embarazoso huésped» juvenil, sin tener por quien reemplazarle y sin saber «como será sin ti mi poesía». El presente ya no es suyo, ni la vida, de la que se recuerda sin saber dónde está. La derrota es definitiva.
Lo que hizo de la poesía de Gil de Biedma un resultado pleno de su tiempo, no fue sólo la comprensión del papel y la conciencia del individuo en sociedades contemporáneas, sino la distancia, el alejamiento, con que se mira a sí mismo, a sus actos y pasado. Como si hubiese sido vigilado por la moral, la lengua y los ojos, del Otro que nos acompaña. Ironía, aliteraciones, desenfado, rimas internas, máscaras, asonancias, sordina, cambios rítmicos, refracciones, parodia y desdoblamientos son las claves de su lenguaje.
La fundamental experiencia del vivir —escribió en El pie de la letra — está en la ambivalencia de la identidad, en esa doble conciencia que hace que me reconozca —simultánea o alternativamente— uno, unigénito, hijo de dios, y uno entre otros tantos, un hijo de vecino. El juego de esas contrapuestas dimensiones de la identidad, que sólo en momentos excepcionales logran reposar una en otra, que incesantemente se espían y se tienden mutuas trampas, cuando no se hallan en guerra abierta, configura decisivamente nuestra relación con nosotros mismos y nuestras relaciones con los demás. Era ésa la experiencia, creía yo, que debe servir como supuesto básico de todo poema contemporáneo.
Poesía de la experiencia que continuó no una tradición «española», pero si «occidental», desde los tiempos cuando López Velarde y Cernuda, Eliot y Manuel Machado hicieron de la ironía y la dicción coloquial laforguiana, los instrumentos literarios de la modernidad. El orden y las melodías de los poetas del dieciocho desaparecieron al ser arrojados de la historia sus valores y sentido de la vida. El poeta moderno inventó nuevos signos, descubrió otros significados para dar imagen a un mundo sin rostro, y como remedio a su abandono, volvió sobre sí mismo, sobre lo único que posee, su adentro, su otro yo, que ofrece a todo el mundo para salvarse con las palabras, no sacralizadas, como uno mas entre la multitud. Poesía de la experiencia que no imita la realidad o las ideas, sino que propone un simulacro de ellas en el poema.
«He sido de izquierdas —confesó Gil de Biedma a un periodista— y es muy probable que siga siéndolo, pero hace ya algún tiempo que no ejerzo». Vivió los últimos años en Ultramort, un pueblo de unos trescientos habitantes, en el Alto Alpurdán.
“En un viejo país ineficiente,
algo así como España entre dos guerras
civiles, en un pueblo junto al mar,
poseer una casa y poca hacienda
y memoria ninguna. No leer,
no sufrir, no escribir, no pagar cuentas,
y vivir cono un noble arruinado
entre las ruinas de mi inteligencia”.
*Harold Alvarado Tenorio
www.arquitrave.com/hatprincipal.htm
Director Revista de Poesía Arquitrave
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