Lo que se deriva en realidad de las palabras de Tetis es que el vínculo con Patroclo era la razón por la que el héroe no había tomado esposa todavía: una confirmación, entonces, del carácter amoroso de la relación. Pero la exhortación de la madre al hijo para que cumpla finalmente su deber social no es, sin embargo, una condena absoluta de su relación con Patroclo. Parece más bien la invitación a aceptar la que, para los griegos, era una regla natural: alcanzada una cierta edad, se hacía necesario poner fin a la fase homosexual de la vida y asumir el papel viril con una mujer. Y para Aquiles había llegado esta edad: si hubiese un reproche oculto en las palabras de Tetis es el de haber prolongado demasiado – a causa del excesivo amor por Patroclo – la fase del amor homosexual.
En Homero, en suma, aparece un tema insólito en la literatura griega, que encontraremos también en autores de la época más tardía, como Teocríto, y reaparece en los poetas romanos, de Catulo a Marcial. Pero los indicios del amor entre Aquiles y Patroclo (puesto que se debe hablar de indicios más que pruebas) no terminan aquí.
En un reciente estudio dedicado al asunto han sido puestos en evidencia algunos pasajes homéricos que hacen muy difícil pensar en la relación entre los héroes como una simple amistad entre compañeros en armas. Muerto su amigo, como habíamos señalado, Aquiles no tiene ya razones para vivir: repetidamente desea no haber nacido, declara que su único deseo es morir, parece amenazar con el suicidio. Y o se limita a expresar su dolor gimiendo y cubriéndose la cabeza con tierra, como es normal en los héroes homéricos. Al comienzo del canto XIX, Tetis lo encuentra “echado sobre Patroclo”, desesperadamente abrazado a su cadáver, en una actitud completamente anómala dentro del cuadro de las manifestaciones homéricas del luto.
No es difícil, en suma, tras las palabras de Homero, leer la historia del amor. Y los antiguos, de hecho, y no por casualidad, tenían muy pocas dudas al respecto. En un fragmento de Los Mirmidones de Esquilo, conservado en el Amatorius de Plutarco, leemos el deseperado grito de celos en el que Aquiles estalla ante el cadáver del amigo muerto, acusándole haber traicionado su amor:
En resumen, en la antigüedad sólo se discutía un único detalle: en la célebre pareja, ¿quién era el amante y quién era el amado? Según Ateneo (además según Esquines y Esquilo), el erastes habría sido Aquiles. Platón, en el Banquete, sostiene por el contario que ele rastes era Patroclo. Y la tradición iconográfica parece aceptar esta interpretación, como demuestra un célebre vaso conservado en el museo de Berlín, que representa Aquiles mientras venda al amigo herido, y en el cual Patroclo lleva barba, símbolo de su mayor edad.
Pero, más allá de esas diferencias de opinión, lo que nos interesa destacar es la difundida convicción, en la antigüedad, de la existencia de una relación amorosa entre los dos héroes: lo que demuestra por lo menos, que en la época clásica era natural e inevitable pensar que una amistad tan intensa entre dos hombres comportase también un vínculo sexual. Y esto, por cierto, es no poco significativo.
Eva Cantarella: Según natura. La bisexualidad en el mundo antiguo (Akal, 1991)
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En Homero, en suma, aparece un tema insólito en la literatura griega, que encontraremos también en autores de la época más tardía, como Teocríto, y reaparece en los poetas romanos, de Catulo a Marcial. Pero los indicios del amor entre Aquiles y Patroclo (puesto que se debe hablar de indicios más que pruebas) no terminan aquí.
En un reciente estudio dedicado al asunto han sido puestos en evidencia algunos pasajes homéricos que hacen muy difícil pensar en la relación entre los héroes como una simple amistad entre compañeros en armas. Muerto su amigo, como habíamos señalado, Aquiles no tiene ya razones para vivir: repetidamente desea no haber nacido, declara que su único deseo es morir, parece amenazar con el suicidio. Y o se limita a expresar su dolor gimiendo y cubriéndose la cabeza con tierra, como es normal en los héroes homéricos. Al comienzo del canto XIX, Tetis lo encuentra “echado sobre Patroclo”, desesperadamente abrazado a su cadáver, en una actitud completamente anómala dentro del cuadro de las manifestaciones homéricas del luto.
No es difícil, en suma, tras las palabras de Homero, leer la historia del amor. Y los antiguos, de hecho, y no por casualidad, tenían muy pocas dudas al respecto. En un fragmento de Los Mirmidones de Esquilo, conservado en el Amatorius de Plutarco, leemos el deseperado grito de celos en el que Aquiles estalla ante el cadáver del amigo muerto, acusándole haber traicionado su amor:
La venerada fuerza de sus muslos (meron) no respetaste, tú, a pesar de nuestros besos.Uno de los dramas perdidos de Sófocles se titulaba Achilleos erastai, los amantes de Aquiles. Esquines, en la oración contra Timarco, habla de los dos héroes como de una pareja de amantes, lo mismo que el pseudo Luciano.
En resumen, en la antigüedad sólo se discutía un único detalle: en la célebre pareja, ¿quién era el amante y quién era el amado? Según Ateneo (además según Esquines y Esquilo), el erastes habría sido Aquiles. Platón, en el Banquete, sostiene por el contario que ele rastes era Patroclo. Y la tradición iconográfica parece aceptar esta interpretación, como demuestra un célebre vaso conservado en el museo de Berlín, que representa Aquiles mientras venda al amigo herido, y en el cual Patroclo lleva barba, símbolo de su mayor edad.
Pero, más allá de esas diferencias de opinión, lo que nos interesa destacar es la difundida convicción, en la antigüedad, de la existencia de una relación amorosa entre los dos héroes: lo que demuestra por lo menos, que en la época clásica era natural e inevitable pensar que una amistad tan intensa entre dos hombres comportase también un vínculo sexual. Y esto, por cierto, es no poco significativo.
Eva Cantarella: Según natura. La bisexualidad en el mundo antiguo (Akal, 1991)
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Gavin Hamilton: Aquiles llorando la muerte de Patroclo
Dirck van Baburen: Aquiles preparado para vengar la muerte de Patroclo
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