Patroclo y Aquiles
La primera aparición registrada de una unión emocional profunda entre hombres antiguos en la antigua cultura griega fue en La Ilíada (800 adC). Aunque Homero no describe explícitamente la relación entre Aquiles y Patroclo como sexual, al inicio de la antigüedad clásica (480 adC) los dos héroes fueron interpretados como iconos pederásticos. Al sentirse los antiguos griegos incómodos con cualquier percepción de Aquiles y Patroclo como adultos en igualdad de condiciones, trataron de establecer una clara diferencia de edad entre ambos. Había desacuerdo en cuanto a quién ejercía de éraste y quién de erómeno, ya que la tradición homérica sugería que Patroclo era mayor pero Aquiles el dominante. Otras opiniones de la antigüedad eran que Aquiles y Patroclo eran simplemente muy buenos amigos.
El orador ateniense Esquines, en su Contra Timarco,8 declara lo siguiente:
Aunque Homero alude numerosas veces a Patroclo y a Aquiles, pasa silenciosamente sobre su deseo (ἔρως) y evita señalar su amor (φιλία), al considerar que la intensidad de su afecto (εὔνοια) estaba clara para los lectores cultivados. Aquiles declara en algún lugar (...) que, involuntariamente, ha infringido la promesa hecha a Menecio, padre de Patroclo, pues le había asegurado que lo traería de vuelta a Opus sano y salvo si Menecio se lo confiaba y lo enviaba a Troya con él.
En efecto, para muchos griegos, la desmesurada emoción que muestra Aquiles tras la muerte de Patroclo, así como su exaltación en la venganza, no dejan ninguna duda sobre la naturaleza de sus relaciones. Las reservas de Homero se interpretaron como un signo de discreción. Esquilo desarrolla este tema en su tragedia perdida Los Mirmidones, en la que representa sin rodeos a Aquiles llorando sobre el cuerpo de su amigo mientras alaba la belleza de sus caderas y añora sus besos. Tanto en Esquilo como en Esquines, Aquiles es el éraste y Patroclo el erómeno. Fedro por su parte afirma que Homero enfatizó la belleza de Aquiles, lo que lo definiría a él, y no a Patroclo, como erómeno.
Es posible poner en duda dicha versión si se parte del detalle de la barba: Patroclo la lleva, mientras que Aquiles carece de ella. De hecho, es posible pensar que Aquiles era el joven erómeno y Patroclo el éraste —de edad más avanzada—, más aún cuando la admiración provocada por el amor es la de Patroclo hacia Aquiles; hecho que corroboraría dicha idea. Lo que es por supuesto incontestable es que los dos hombres se quieren —amor o amistad— por igual.
Esto mismo es lo que expone Platón en El Banquete cuando hace decir a Fedro que: «Esquilo desvaría al afirmar que Aquiles era el amante de Patroclo, cuando era más hermoso no sólo que Patroclo, sino también que todos los héroes juntos, y aún no le había crecido la barba, por lo que era mucho más joven, según afirma Homero.» A pesar de este desacuerdo, tampoco Fedro tiene duda alguna sobre la relación entre Patroclo y Aquiles.
Posteriormente, sin embargo, la tradición se estabiliza en torno a la versión de Esquilo, en conformidad con el estatus social de los dos hombres. Así, Claudio Eliano, declara en su Varia Historia: «Alejandro puso una corona sobre la tumba de Aquiles y Hefestión sobre la de Patroclo, queriendo insinuar éste que él era el favorito de Alejandro de la misma manera que Patroclo lo era de Aquiles.»
La polémica de los antiguos sobre el papel de cada uno demuestra, según Bernard Sergent, que la relación Aquiles–Patroclo no está vinculada al modelo pederasta; se trataba simplemente de una relación entre jóvenes de la misma generación.
La primera aparición registrada de una unión emocional profunda entre hombres antiguos en la antigua cultura griega fue en La Ilíada (800 adC). Aunque Homero no describe explícitamente la relación entre Aquiles y Patroclo como sexual, al inicio de la antigüedad clásica (480 adC) los dos héroes fueron interpretados como iconos pederásticos. Al sentirse los antiguos griegos incómodos con cualquier percepción de Aquiles y Patroclo como adultos en igualdad de condiciones, trataron de establecer una clara diferencia de edad entre ambos. Había desacuerdo en cuanto a quién ejercía de éraste y quién de erómeno, ya que la tradición homérica sugería que Patroclo era mayor pero Aquiles el dominante. Otras opiniones de la antigüedad eran que Aquiles y Patroclo eran simplemente muy buenos amigos.
El orador ateniense Esquines, en su Contra Timarco,8 declara lo siguiente:
Aunque Homero alude numerosas veces a Patroclo y a Aquiles, pasa silenciosamente sobre su deseo (ἔρως) y evita señalar su amor (φιλία), al considerar que la intensidad de su afecto (εὔνοια) estaba clara para los lectores cultivados. Aquiles declara en algún lugar (...) que, involuntariamente, ha infringido la promesa hecha a Menecio, padre de Patroclo, pues le había asegurado que lo traería de vuelta a Opus sano y salvo si Menecio se lo confiaba y lo enviaba a Troya con él.
En efecto, para muchos griegos, la desmesurada emoción que muestra Aquiles tras la muerte de Patroclo, así como su exaltación en la venganza, no dejan ninguna duda sobre la naturaleza de sus relaciones. Las reservas de Homero se interpretaron como un signo de discreción. Esquilo desarrolla este tema en su tragedia perdida Los Mirmidones, en la que representa sin rodeos a Aquiles llorando sobre el cuerpo de su amigo mientras alaba la belleza de sus caderas y añora sus besos. Tanto en Esquilo como en Esquines, Aquiles es el éraste y Patroclo el erómeno. Fedro por su parte afirma que Homero enfatizó la belleza de Aquiles, lo que lo definiría a él, y no a Patroclo, como erómeno.
Es posible poner en duda dicha versión si se parte del detalle de la barba: Patroclo la lleva, mientras que Aquiles carece de ella. De hecho, es posible pensar que Aquiles era el joven erómeno y Patroclo el éraste —de edad más avanzada—, más aún cuando la admiración provocada por el amor es la de Patroclo hacia Aquiles; hecho que corroboraría dicha idea. Lo que es por supuesto incontestable es que los dos hombres se quieren —amor o amistad— por igual.
Esto mismo es lo que expone Platón en El Banquete cuando hace decir a Fedro que: «Esquilo desvaría al afirmar que Aquiles era el amante de Patroclo, cuando era más hermoso no sólo que Patroclo, sino también que todos los héroes juntos, y aún no le había crecido la barba, por lo que era mucho más joven, según afirma Homero.» A pesar de este desacuerdo, tampoco Fedro tiene duda alguna sobre la relación entre Patroclo y Aquiles.
Posteriormente, sin embargo, la tradición se estabiliza en torno a la versión de Esquilo, en conformidad con el estatus social de los dos hombres. Así, Claudio Eliano, declara en su Varia Historia: «Alejandro puso una corona sobre la tumba de Aquiles y Hefestión sobre la de Patroclo, queriendo insinuar éste que él era el favorito de Alejandro de la misma manera que Patroclo lo era de Aquiles.»
La polémica de los antiguos sobre el papel de cada uno demuestra, según Bernard Sergent, que la relación Aquiles–Patroclo no está vinculada al modelo pederasta; se trataba simplemente de una relación entre jóvenes de la misma generación.
(www.wikipedia.com)
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