Ganimedes: Y cuando tenga ganas de jugar, ¿quién jugará conmigo? Porque en Ida éramos muchos de la misma edad.
Zeus: También aquí tendrás a Eros a jugar contigo, y además muchísimas
tabas. Lo único que has de hacer es tranquilizarte, mostrarte alegre y no echar de menos ninguna de las cosas de la tierra (…)
Ganimedes: ¿Y con quién me acostaré por la noche? ¿Con mi compañero Eros?
Zeus: No, que precisamente te rapté, para que durmiéramos juntos.
Ganimedes: ¿Es que no puedes dormir solo y prefieres dormir conmigo?
Zeus: Sí, especialmente con un muchacho como tú, Ganimedes.
Ganimedes: (…) Pues mi padre se enfadaba conmigo cuando dormíamos juntos, y por la mañana decía que yo no le había dejado dormir, dando vueltas y patadas y gritando cada vez que me dormía. De manera que, si, como dices, me raptaste para esto, procura devolverme de nuevo a la tierra o tendrás problemas de insomnio, porque te molestaré continuamente, dando vueltas sin parar.
Zeus: Eso es precisamente en lo que me darás más gusto, desvelándome contigo, mientras te beso y te abrazo muchas veces.
Ganimedes: Tú sabrás lo que haces, porque yo dormiré mientras tú me besas.
Zeus: entonces ya veremos lo que hay que hacer. Ahora, Hermes, llévatelo, y una vez que haya tomado la bebida de inmortalidad, tráetelo para que nos escancie, pero antes enséñale cómo hay que ofrecer la copa.
Luciano de Samósata: Dialogos de dioses
Lo encontró (a Eros) en un lugar apartado en el jardín florido de Zeus,
no a él solo, también con él halló a Ganimedes, aquel al que Zeus un día
lo llevó a vivir en el cielo como huésped de los dioses inmortales,
deseoso de su belleza. Jugaban los dos con las tabas
de oro, como hacen los muchachos de edades semejantes.
Y ya el desvergonzado de Eros recogía por debajo de su pecho
el hueco de su mano izquierdo lleno totalmente a rebosar,
puesto en pie. Un rubor asomaba a flor de piel
en sus mejillas. Muy cerca de él, en cuclillas, estaba Ganimedes
en silencio, con los ojos clavados en el suelo; dos tenía, lanzándolas aún
en vano, una tras otra, y estaba enojado al verlo reír a carcajadas.
Y nada más perder estas también las primeras,
se marchó, desolado, con las manos vacías, y no vio
a Cipris que llegaba.
Apolonio de Rodas: Argonauticas (Akal, 1991)
Edición: Manuel Pérez López
Hermes, Zeus y (probablemente) Ganimedes, 575-525 a.C., Museo Arqueológico de Palermo
Zeus, Ganimedes y Hebe, 510 a.C., Colecciones Estatales de Antigüedades de Munich
Alfred Sacheverell Coke: Eros y Ganimedes
Zeus, Ganimedes y Hebe, 510 a.C., Colecciones Estatales de Antigüedades de Munich
Alfred Sacheverell Coke: Eros y Ganimedes
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