15 Νοεμβρίου 2011

Η ΟΜΟΦΥΛΟΦΙΛΙΑ ΜΕΤΑΞΥ ΤΩΝ ΘΝΗΤΩΝ 1 - ΛΑΪΟΣ ΚΑΙ ΧΡΥΣΙΠΠΟΣ (β)


LA HOMOSEXUALIDAD ENTRE LOS MORTALES 1 - LAYO Y CRISIPO (b)

Según cuenta el mito, Layo tenía apenas un año cuando su padre, Labdaco, rey legítimo de Tebas, falleció. La regencia fue asumida por el hermano de su madre, Lico, que sucesivamente fue derrocado y asesinado por Anfión y Zeto, que tomaron el poder y mandaron al exilio a Layo. Otro paralelismo: también Layo, como un día tendría que hacer su hijo Edipo, hubo de exiliarse para vivir sus años de juventud en una tierra lejana, antes de volver y retomar el trono que legítimamente le aguardaba.
Acogido en el Peloponeso en la casa del rey Pélope, Layo se comporta al revés de lo se requeriría su condición de huésped. De hecho, sucedió que éste se encaprichó del hijo de su anfitrión, Crisipo. Arrebatado por una loca y brutal pasión, lo secuestró y lo violó; se decía incluso que hubiese sido el mismo Layo el iniciador entre los hombres del amor homosexual. Poco después Crisipo, avergonzado se suicida, y, por este motivo, algunos relatos afirmaban que Pélope había lanzado contra Layo la maldición que habría más tarde contaminado a toda su progenie. Esta variante del mito resultaba familiar al público griego de la edad clásica; de hecho, varias representaciones vasculares muestran la escena del rapto en la que Layo galopa sobre su carro fustigando a caballos, mientras el pequeño Crisipo, aterrorizado, extiende las manos en un gesto de socorro. El rapto de Crisipo es una nueva propuesta de una vieja escena, con las partes cambiadas. En efecto, en el pasado Pélope, el padre De Crisipo, había llevado al galope sobre su carro a Hipodamia, ganada a su padre Enomao, en una competición nupcial, que había concluido con las bodas entre los dos jóvenes, la muerte de Enomao y una maldición lanzada sobre Pélope y su descendencia.
Se decía que el rapto de Crisipo había sucedido durante los juegos Nemeos, o bien mientras Layo estaba instruyendo al muchacho en la guía del carro de guerra (práctica aristocrática por excelencia, ya que era la que los héroes homéricos usaban normalmente para combatir).
En narraciones más tardías, la violencia de Layo, y el aspecto salvaje de esta historia de estupro de endulzaba, bajo una visión más amable y cultivada de la filosofía erótica: Plutraco contaba que, tras las huellas del raptor, fueron enviados los hermanos más adultos de Crisipo, Atreo y Tieste, que consiguieron darle caza: pero Pélope perdonó el violador con la excusa de que éste había cometido este error movido por el amor.
El relato del rapto de Crisispo arroja un poco de luz sobre los modelos culturales que están detrás de la experiencia mítica de Layo y nos permite verlo, esta vez, en una perspectiva menos turbia. Antes de convertirse en la tradición mítica en un huésped ingrato y en un padre infanticida, Layo asumía en efecto el rol del iniciador. De hecho, lo que en Eurípides deviene en una historia privada de pasión y de violencia, resulta claramente una traducción en clave mítica de un modelo iniciático bien conocido y testimoniado en algunas zonas de la Grecia arcaica también en época histórica. Ello se documenta especialmente en el ámbito dórico (y los dorios eran, por su parte, los habitantes del Peloponeso, donde se ambienta el rapto de Crisipo y el exilio de Layo), pero también aparece difundido en culturas tribales no griegas.
El rapto de Crisipo, un muchacho que apenas había alcanzado la pubertad, por parte de hombre adulto, huésped y amigo de su padre, se sitúa dentro de un tipo concreto de práctica conocida como” homosexualidad ritual” que institucionaliza el amor pederasta como parte de un proceso de integración del joven dentro de la sociedad masculina de los adultos. En ocasiones, esta práctica asume justamente la forma de un rapto ficticio, con el consentimiento de la familia, de un muchacho llegado a las puertas de la pubertad por parte de un adulto, cuya tarea es la de transmitir al iniciado los modelos culturales de la clase de edad constituida por los hombres adultos. A menudo, estos raptos rituales con trasfondo iniciático comportaban, como en el caso de Layo y Crisipo, prácticas homosexuales a las que el joven era sometido por parte del raptor.

Mauricio Bettini y Giulio Guidorizzi: El mito de Edipo. Imágenes y relatos de Grecia a nuestros días (Akal, 2008)

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