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La Homosexualidad masculina en la Antigua Grecia 2b
Además de por sus encantos físicos, se valoraba a los jóvenes por sus mentes, que se suponían particularmente capaces de razonar y debatir, por lo que merecían ser cultivadas. Así, el Eros masculino era la fuerza motriz no sólo de lo erótico sino también del lado pedagógico de la pederastia griega. La cultura antigua era totalmente androcéntrica. Para el hombre griego, la esposa no era más que la madre de sus hijos y la encargada del hogar. Con muy pocas excepciones, las mujeres (especialmente las esposas) se veían excluidas de la vida pública e intelectual. Las chicas sólo eran consideradas aptas para mantener conversaciones frívolas y, por ende, no merecían recibir educación. Sólo las hetairas, una categoría de artistas cortesanas, libres de responsabilidades domésticas, podían tomar parte en los debates políticos y filosóficos. Por ello, no se prestaba atención al desarrollo intelectual de la mayoría de las chicas, pero el de los chicos era de la mayor importancia.
La finalidad del sistema educativo griego, la paideia, se resume con las palabras kalos k'agathos, hermoso y bueno), que implican que la belleza del cuerpo y la bondad del alma eran la esencia de la perfección humana (esto es, masculina). Como el amor erótico entre adultos y muchachos intentaba desarrollar esas virtudes, era considerado como el modo más efectivo de cultivar ese ideal. Se decía que Heracles (Hércules) podía desarrollar sus tareas sobrehumanas con más facilidad cuando su amado Iolaos le miraba. Precisamente, la Iolaeia, juegos gimnásticos y ecuestres que tenían lugar en Tebas, tenía por objeto conmemorar esa unión
La Homosexualidad masculina en la Antigua Grecia 2b
Además de por sus encantos físicos, se valoraba a los jóvenes por sus mentes, que se suponían particularmente capaces de razonar y debatir, por lo que merecían ser cultivadas. Así, el Eros masculino era la fuerza motriz no sólo de lo erótico sino también del lado pedagógico de la pederastia griega. La cultura antigua era totalmente androcéntrica. Para el hombre griego, la esposa no era más que la madre de sus hijos y la encargada del hogar. Con muy pocas excepciones, las mujeres (especialmente las esposas) se veían excluidas de la vida pública e intelectual. Las chicas sólo eran consideradas aptas para mantener conversaciones frívolas y, por ende, no merecían recibir educación. Sólo las hetairas, una categoría de artistas cortesanas, libres de responsabilidades domésticas, podían tomar parte en los debates políticos y filosóficos. Por ello, no se prestaba atención al desarrollo intelectual de la mayoría de las chicas, pero el de los chicos era de la mayor importancia.
La finalidad del sistema educativo griego, la paideia, se resume con las palabras kalos k'agathos, hermoso y bueno), que implican que la belleza del cuerpo y la bondad del alma eran la esencia de la perfección humana (esto es, masculina). Como el amor erótico entre adultos y muchachos intentaba desarrollar esas virtudes, era considerado como el modo más efectivo de cultivar ese ideal. Se decía que Heracles (Hércules) podía desarrollar sus tareas sobrehumanas con más facilidad cuando su amado Iolaos le miraba. Precisamente, la Iolaeia, juegos gimnásticos y ecuestres que tenían lugar en Tebas, tenía por objeto conmemorar esa unión
500 a.c, Staatliche Antikensammlung, Múnich
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La educación de los muchachos tenía lugar en el gimnasio, que era mucho más de lo que hoy entendemos con esa palabra; situado en el centro de todas las ciudades griegas, era el lugar donde muchachos y adultos pasaban buena parte del día dedicados al ejercicio físico e intelectual. Su distribución nos ha sido descrita por el arquitecto romano Vitruvio: constaba de un gran peristilo, esto es un cuadrado con un perímetro de dos estadios (90 metros/270 pies por cada lado); estaba rodeado por tres lados por arcadas sencillas y, por el lado sur, por una arcada doble; dentro estaba el Ephebeion, el lugar donde se entrenaban los epheboi, muchachos ya mayores de edad, esto es, de dieciocho/veinte años. A los lados se hallaban los baños, salas y otras habitaciones a las que acudían filósofos, retóricos, poetas y demás admiradores de la belleza masculina. Tras el peristilo había otras arcadas, una de las cuales se denominaba el xystos, aparentemente destinada al entrenamiento de los adultos; desde allí se accedía a la palestra, el lugar donde se entrenaban los muchachos. Las habitaciones estaban decoradas con obras artísticas de todo tipo, fundamentalmente estatuas de dioses y héroes tales como Hermes, Apolo y las Musas, Heracles y, sobre todo, Eros. El contacto con estas espléndidas obras de arte y la belleza de los cuerpos jóvenes, desarrollados armoniosamente mediante el ejercicio física, son un buen testimonio del entusiasmo de los griegos por la belleza y el eros masculino.
La palabra gimnasio deriva de gymnos, desnudo, y refleja el hecho de que todos los deportes se practicaban sin ropa. Por ello, resulta lógico que el gimnasio fuese el epicentro de la energía erótica. El culto de la desnudez masculina era un fenómeno sumamente habitual de la vida griega y se contemplaba como uno de los hechos diferenciales entre los griegos y sus vecinos bárbaros. No sólo se practicaba la desnudez en los gimnasios sino también en las grandes competiciones nacionales de Olimpia, Nemea y Delfos, así como en el Istmo, así como en celebraciones públicas y privadas, donde los jóvenes coperos solían estar desnudos. La Gimnopedia era un importante festival anual celebrado en Esparta con bailes y presentaciones de muchachos desnudos. Paradójicamente, las autoridades de Esparta intentaban utilizar estos bailes como recompensa para aquellos que luchaban contra la baja natalidad que aquejaba a ese Estado: sólo se admitía como espectadores a los hombres casados.
La educación de los muchachos tenía lugar en el gimnasio, que era mucho más de lo que hoy entendemos con esa palabra; situado en el centro de todas las ciudades griegas, era el lugar donde muchachos y adultos pasaban buena parte del día dedicados al ejercicio físico e intelectual. Su distribución nos ha sido descrita por el arquitecto romano Vitruvio: constaba de un gran peristilo, esto es un cuadrado con un perímetro de dos estadios (90 metros/270 pies por cada lado); estaba rodeado por tres lados por arcadas sencillas y, por el lado sur, por una arcada doble; dentro estaba el Ephebeion, el lugar donde se entrenaban los epheboi, muchachos ya mayores de edad, esto es, de dieciocho/veinte años. A los lados se hallaban los baños, salas y otras habitaciones a las que acudían filósofos, retóricos, poetas y demás admiradores de la belleza masculina. Tras el peristilo había otras arcadas, una de las cuales se denominaba el xystos, aparentemente destinada al entrenamiento de los adultos; desde allí se accedía a la palestra, el lugar donde se entrenaban los muchachos. Las habitaciones estaban decoradas con obras artísticas de todo tipo, fundamentalmente estatuas de dioses y héroes tales como Hermes, Apolo y las Musas, Heracles y, sobre todo, Eros. El contacto con estas espléndidas obras de arte y la belleza de los cuerpos jóvenes, desarrollados armoniosamente mediante el ejercicio física, son un buen testimonio del entusiasmo de los griegos por la belleza y el eros masculino.
La palabra gimnasio deriva de gymnos, desnudo, y refleja el hecho de que todos los deportes se practicaban sin ropa. Por ello, resulta lógico que el gimnasio fuese el epicentro de la energía erótica. El culto de la desnudez masculina era un fenómeno sumamente habitual de la vida griega y se contemplaba como uno de los hechos diferenciales entre los griegos y sus vecinos bárbaros. No sólo se practicaba la desnudez en los gimnasios sino también en las grandes competiciones nacionales de Olimpia, Nemea y Delfos, así como en el Istmo, así como en celebraciones públicas y privadas, donde los jóvenes coperos solían estar desnudos. La Gimnopedia era un importante festival anual celebrado en Esparta con bailes y presentaciones de muchachos desnudos. Paradójicamente, las autoridades de Esparta intentaban utilizar estos bailes como recompensa para aquellos que luchaban contra la baja natalidad que aquejaba a ese Estado: sólo se admitía como espectadores a los hombres casados.
(historia-homosexualidad.org)
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