La Homosexualidad masculina en la Antigua Grecia 3
Las relaciones homosexuales griegas en su vertiente pederástica se contemplaban dentro de la sociedad griega como una relación sexual normal y practicada por la mayoría de los individuos.
Este tipo de relaciones estaban estrechamente ligadas a la sociabilidad masculina, al mundo del banquete, del que se excluían las mujeres decentes, las esposas. Por tanto, no es de extrañar que en la perspectiva griega este tipo de relación amorosa se considerase superior a la mantenida con las mujeres puesto que estas no podían ser compañeras de la vida social masculina.
En el centro de la organización social se situaba la relación homosexual que daba la vida al varón adulto dentro del grupo social, en tanto que por medio de ella se creaba el hombre como individuo social, como adulto con derechos y no ya como un niño.
Dado el carácter pederástico de este tipo de relaciones, las ciudades, como, por ejemplo, Atenas, se esforzaron por garantizar que éstas se desarrollasen dentro de los límites de la educación de los jóvenes. Las relaciones homosexuales entre jóvenes y adultos duraban un período de tiempo delimitado que finalizaba una vez que el muchacho había alcanzado la madurez, con la cual debía abandonar su papel sexual pasivo como amado para pasar a asumir su paèl bisexual activo de amante, como esposo y como educador de un joven.
Es, precisamente, en esta diferenciación entre papelas sexuales activos y pasivos donde radica, fundamentalmente la crítica griega a la relación homosexual no pederástica o a la prostitución masculina. En ambas, el varón adulto que aceptaba jugar un papel pasivo contravenía el rol sexual que socialmente le correspondía. Así pues, podríamos definir este tipo de relación homosexual no pederástica como improductiva, puesto que tiene por fin la satisfacción sexual y amorosa de ambos individuos pero no supone labor educativa alguna.
La pederastia griega puede, por tanto, ser definida como una relación sexual productiva puesto que, por medio de ella, los muchachos llegaban a hacerse hombres, era como una especie de rito iniciático en el que el joven completaba su educación con vistas a su futuro papel de ciudadano.
Frente a la relación heterosexual, encargada, evidentemente, de traer nuevos individuos al mundo, la homosexualidad pederástica griega era la relación sexual por medio de la cual se aportaban ciudadanos a la comunidad política. Con ella se producía el proceso que podíamos denominar como de nacimiento social, a cuya finalización el muchacho abandonaba el indefinido mundo de la infancia para ingresar en el mundo de los hombres, en la ciudad y en la vida política. (…)
Francisco Javier González García: Mito e ideología. Supremacía masculina y sometimiento femenino en el mundo griego antiguo
en Los orígenes de la mitología griega (Acal, 1996)
Las relaciones homosexuales griegas en su vertiente pederástica se contemplaban dentro de la sociedad griega como una relación sexual normal y practicada por la mayoría de los individuos.
Este tipo de relaciones estaban estrechamente ligadas a la sociabilidad masculina, al mundo del banquete, del que se excluían las mujeres decentes, las esposas. Por tanto, no es de extrañar que en la perspectiva griega este tipo de relación amorosa se considerase superior a la mantenida con las mujeres puesto que estas no podían ser compañeras de la vida social masculina.
En el centro de la organización social se situaba la relación homosexual que daba la vida al varón adulto dentro del grupo social, en tanto que por medio de ella se creaba el hombre como individuo social, como adulto con derechos y no ya como un niño.
Dado el carácter pederástico de este tipo de relaciones, las ciudades, como, por ejemplo, Atenas, se esforzaron por garantizar que éstas se desarrollasen dentro de los límites de la educación de los jóvenes. Las relaciones homosexuales entre jóvenes y adultos duraban un período de tiempo delimitado que finalizaba una vez que el muchacho había alcanzado la madurez, con la cual debía abandonar su papel sexual pasivo como amado para pasar a asumir su paèl bisexual activo de amante, como esposo y como educador de un joven.
Es, precisamente, en esta diferenciación entre papelas sexuales activos y pasivos donde radica, fundamentalmente la crítica griega a la relación homosexual no pederástica o a la prostitución masculina. En ambas, el varón adulto que aceptaba jugar un papel pasivo contravenía el rol sexual que socialmente le correspondía. Así pues, podríamos definir este tipo de relación homosexual no pederástica como improductiva, puesto que tiene por fin la satisfacción sexual y amorosa de ambos individuos pero no supone labor educativa alguna.
La pederastia griega puede, por tanto, ser definida como una relación sexual productiva puesto que, por medio de ella, los muchachos llegaban a hacerse hombres, era como una especie de rito iniciático en el que el joven completaba su educación con vistas a su futuro papel de ciudadano.
Frente a la relación heterosexual, encargada, evidentemente, de traer nuevos individuos al mundo, la homosexualidad pederástica griega era la relación sexual por medio de la cual se aportaban ciudadanos a la comunidad política. Con ella se producía el proceso que podíamos denominar como de nacimiento social, a cuya finalización el muchacho abandonaba el indefinido mundo de la infancia para ingresar en el mundo de los hombres, en la ciudad y en la vida política. (…)
Francisco Javier González García: Mito e ideología. Supremacía masculina y sometimiento femenino en el mundo griego antiguo
en Los orígenes de la mitología griega (Acal, 1996)
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