12 Οκτωβρίου 2010

Η ΑΝΔΡΙΚΗ ΟΜΟΦΥΛΟΦΙΛΙΑ ΣΤΗΝ ΑΡΧΑΙΑ ΕΛΛΑΔΑ 4


Homofíla y actividades gímnicas.
Las relaciones entre las actividades del gimnasio y el amor por los jóvenes están confirmadas incluso por una ley de Solón, que nos remonta a comienzos del siglo VI. Citada por Esqines en el s. IV esta disposición prohibía a los esclavos practicar los ejercicios del gimnasio y establecer allí relaciones amorosas (paiderastein ou eran) con los adolescentes de condición libre. La anécdota cuenta que el tirano Polícrates de Samos habría hecho destruir las palestras para poner fin a las relaciones eróticas, y en consecuencia, a las philíai que allí se entablaban. Paradójico para quien haya leído a Íbico, este relato anecdótico va en el mismo sentido. En cuanto a los metecos, hombres libres privados de la ciudadanía, acabamos de ver que el culto les reservaba un Eros rival.
Es evidentemente desde la perspectiva de esta referencia institucional como hay que leer las numerosas desapariciones prematuras de adolescentes, eromenoi murtos accidentalmente, o raptados por un erastés en el curso de un ejercicio de gimnasio. Ya se trate del tierno Jacinto alcanzado por el disco que lanzó la mano de su erastés Apolo, o de Crisipo, el hijo de Pélope raptado por Layo, que se prendó del joven cuando le ensañaba el arte de conducir carros, o, mucho más tarde, del joven troyano Anteo, amado de Paris y muerto a manos de su amante durante unos juegos gímnicos, esas muertes o raptos, menos iniciáticos y narrativos, fijan la atención del oyente sobre la combinación de la relación de homofilia con la educación recibida por medio de las actividades del gimnasio. Es también éste el momento de recordar la figura de Yolao, el joven tebano amado y ayudante de Heracles. Venerado especialmente en Tebas durante una fiesta atlética que llevaba su nombre, tenía allí su sepulcro; situado en el exterior de la puerta Prétide, este mnema estaba cercano al estadio y a un gimnasio bautizado también con el nombre de Yolao. Era allí, donde, según nos dice Aristóteles, los erastaí y los erómenoi prestaban juramento de fidelidad (písteis).
Por otra parte, la iconografía de fines de la época arcaica y de los comienzos de la época clásica dibuja mediante los signos distintivos el segundo espacio, junto al banquete, que sirve de decoración a las escenas de cortejo y del amor homófilo. Escenas en general marcadas por la presencia de un animal, de corral o salvaje, pero domesticado. Este animal, regalo del adulto al erómenos, parece de materializar el contrato de philía propuesto al joven, él también domesticado desde ese momento. Se encontrará así en el regalo del animal la correspondencia icónica de la metáfora textual del erastés sometiendo al yugo y domesticando al erómenos. Sin duda, al hacernos asistir con preferencia a la caza de esos animales domesticados en las escenas de cortejo, los ilustradores del período arcaico parecen haber sido sensibles a una fase anterior al contrato erótico entre adulto y adolescente; el hecho mismo de que esas panteras o esas liebres sean cazadas y después domadas no por los adolescentes, sino por los adultos, impide darles a estas imágenes la interpretación iniciática que sugieren. ¡Si hay iniciación, tiene lugar no en la caza, sino en el gimnasio o en sus cercanías!
Más allá de la distancia satírica que adoptan respecto a las prácticas homoeróticas, sobre la que volveremos a tratar, los textos de Aristófanes contienen testimonios de la influencia de las actividades del gimnasio en el desarrollo de las relaciones homófilas. (…) Al indagar sobre el origen del amor por los bellos jóvenes, Cicerón lo encuentra naturalmente en los gimnasios de los griegos, «in quibus isti liberi et concessisunt amores».

Claude Calame: Eros en la Antigua Grecia (Akal, 2002)

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