23 Δεκεμβρίου 2010

ΕΡΩΤΕΥΜΕΝΟΣ ΜΕ ΤΟΝ ΔΑΦΝΙ

Jean Léon Gerôme (Francia): Dafnis
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Gnatón, que pensaba que su vida no merecía la pena de vivirse si no conseguía a Dafnis, tras acechar a Ástilo, que paseaba por el parque, lo llevó hasta el templo de Dioniso y se puso a besarle pies y manos. A su pregunta de por qué hacía esto y su exigencia de que hablara y su juramento de que le prestara su ayuda:
- Te quedas –le replicó- sin Gnatón, mi amo. Yo que hasta ahora ponía mis amores en tu mesa únicamente, que antes juraba que nada hay más atractivo que un vino añejo, que decía que a los mocitos de Mitilene eran preferibles tus cocineros, creo desde ahora que la única hermosura es la de Dafnis. Y no pruebo bocado de los platos más costosos, aun siendo tantos los que se aderezan cada día, de carnes, de pescados o de dulces, pero, gustosamente mudado en cabra, comería hierbas y hojas al son de la siringa de Dafnis y por él apacentado. ¡Tú, salva a tu Gnatón y triunfa sobre el invencible Amor! Y si no, te lo juro por mi propio dios, cogeré un puñal y, con la barriga repleta de comida, me mataré ante la puerta de Dafnis. Y tú ya no me llamarás a Gnatoncito, como sueles siempre hacer de broma.
El joven, que tenía un gran corazón y no desconocía las penas amorosas, no pudo resistir que siguiese llorando y volviera a besarle los pies. Le prometió pedirle a Dafnis a su padre y llevarlo a la ciudad a su servicio y al de los amores de Gnatón. Y, asimismo, con el deseo de animarlo le preguntó sonriente si no avergonzaba de querer al hijo de Lamón, sino que hasta se empeñaba en acostarse con un muchacho que andaba apacentado. Y al mismo tiempo hacía gestos simulando repugnancia al olor a chotuno. Pero él, que se sabía de memoria todos los mitos amorosos de tanto andar en juergas con otros calaveras, con bastante tono acertó a responder en su propia defensa y en la de Dafnis:
- Ningún enamorado está pendiente, amo, de esos detalles, sino que, sea cual sea el cuerpo en que se encuentra la belleza, es ya su prisionero. Ésa es la razón de que alguno, incluso, se haya prendado de una planta, de un río o de una fiera. Y, sin embargo, ¿a quién no inspiraría lástima un amante al que su amado ha de infundir espanto? Yo amo un cuerpo de siervo, pero una hermosura propia de un ser libre. ¿Ves cómo su pelo se asemeja al Jacinto y bajo las cejas relucen sus ojos igual que, engastada en oro, una piedra preciosa? ¿Y su rostro cubierto de rubor y su boca con una dentadura blanca como el marfil? ¿Qué enamorado no desearía recibir de ella blancos besos? Si me he prendado de un zagal, he tomado por modelos a los dioses: boyero era Anquises y Afrodita fue su amante; Branco apacentaba cabras y lo amó Apolo; pastor era Ganimedes y Zeus lo raptó. No desdeñemos a un muchacho al que vimos que hasta las cabras como enamoradas prestaban obediencia. Al contrario, por permitir que aún quede en la tierra tal belleza, demos gracias a las águilas de Zeus.
A Ástilo le hizo reír gratamente, sobre todo, esta parte del discurso y, comentando que Amor crea grandes sofistas, se puso a buscar una ocasión en que hablarle de Dafnis a su padre.

Longo: Dafnis y Cloe (Gredos, 1982)
Trad.: Máximo Brioso Sánches y Emilio Crespo Güemes

1 σχόλιο:

senses and nonsenses είπε...

ay, el amor...
una búsqueda constante, (y que no se acaben las ganas de buscar y encontrar), y cuando crees haberlo rozado con los dedos, se te escapa de nuevo...
mientras tanto, disfruta de unas felices fiestas.

besos.

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