.
Aquiles era hijo de la diosa marina Tetis y del héroe Peleo, rey de Ftía, en Tesalia. La diosa le sumergi'o en la sangre de un drag'on o en la laguna de la Estigia, pero qued'o un punto no bañado por el líquido inmortalizador: el talón vulnerable […] Ya desde su nacimiento es patente su ilustre destino. Los dioses obligaron a Tetis, la bellísima hija de Nereo, a tomar como esposo a un mortal, temiendo el vaticinio de que ella daría a luz un hijo superior a su padre. Zeus y Poseidón desistieron de cortejar a la diosa marina y le asignaron al noble Peleo por marido. De la educación heroica de Aquiles se encargó el centauro Quirón, arquetípico maestro en la iniciación de héroes famosos, y el joven se mostró digno de sus enseñanzas. Luego el joven marchó a Troya con sus grandes caudillos aqueos (una vez que Ulises desbarató el ardid de su ocultamiento en Esciros). Allí se portó como debía y decidió el desenlace de la larga guerra, al dar muerte a muchos enemigos, y sobre todo a Héctor, el más valeroso de los hijos de Príamo, tal como se relata en el poema homérico.
La Ilíada se configura en torno al tema de la ira de Aquiles. En el comienzo se cuenta cómo, al reclamar el adivino Crises la devolución de su hija, asignada a Agamenón en el reparto de cautivas, el gran jefe del ejército aqueo accede a a ello, pero se lleva en compensación a la cautiva Briseida, asignada a Aquiles. El hijo de Tetis se enfurece y decide retirarse de los combates. En vano, cuando los troyanos ponen en apuros a los griegos, envía una embajada Agamenón a su tienda para rogarle que regrese. Sólo más tarde, cuando de nuevo los griegos están en un tremendo agobio, cede Aquiles a los ruegos de Patroclo, y le deja que se revista su armadura e intente salvarlos de la derrota total. Pero tras un primer victorioso avance, Patroclo muere, a manos del dios Apolo y del troyano Héctor. Terrible es el dolor del héroe al saber la muerte de su amigo; y decide vengarlo a cualquier precio. De nuevo acude Tetis a socorrer a su hijo, y le trae una nueva armadura, fabricada por el dios Hefesto. Irrumpe ya ferozmente Aquiles en la pelea y a su avance deja un rastro sangriento de muchos muertos, hasta encontrarse con Héctor. En el duelo ante los muros de Troya, Aquiles mata con su lanza, y la ayuda de Atenea, al príncipe troyano.
Sin embargo, el rencoroso Aquiles no está satisfecho aún, en su vengativo furor, con esa muerte, y arrastra durante días el cadáver de Héctor tras su carro para destrozarlo con completo. Pero hasta los dioses se apiadan del noble héroe troyano, y advierten al hijo de Peleo. Y el viejo rey Priamo, guiado por Hermes, acude de noche al campamento griego a solicitarle la devolución del cuerpo de su hijo. En una emotiva escena Aquiles accede. Se celebran juegos fúnebres por Patroclo en el campamento griego (canto XXIII), y en Troya los funerales de Héctor (XXIV). Y con esos lamentos fúnebres troyanos concluye la epopeya.
No se cuenta en la Ilíada la muerte de Aquiles (a quien mató Paris de un flechazo en el talón vulnerable) ni tampoco el final de Troya (conquistada gracias al truco del enorme caballo de madera). El final de la guerra se cuenta, con todo, en la primera parte de la Odisea, pero también estaban relatados esos episodios últimos en otros poemas que se han perdido. De Aquiles contaban otros poemas, algunos épicos que se perdieron pronto y otros muy posthoméricos (como el muy largo poema Posthomerica de Quinto de Esmirna), y variados resúmenes mitológicos y novelescos (en prosas latinas como las Crónicas troyanas de Dares y Dictis). […]
La Odisea nos ofrece, sin embargo, una última visión de Aquiles que merece comentario por su ironía y su mordacidad. Ulises habla con su antiguo camarada en su visita al Hades, y allí la sombra del gran guerrero muerto le hace una amarga confesión. Dice, en efecto, desde allí, este Aquiles fantasmal, que preferiría ser esclavo de un campesino que rey en el mundo de los muertos. Y esa protesta póstuma del héroe contra su destino nos causa una tremenda desazón. En el Más Allá sombrío Aquiles echa de menos la vida.
Carlos García Gual: Diccionario de Mitos (Planeta, 1997)
Aquiles era hijo de la diosa marina Tetis y del héroe Peleo, rey de Ftía, en Tesalia. La diosa le sumergi'o en la sangre de un drag'on o en la laguna de la Estigia, pero qued'o un punto no bañado por el líquido inmortalizador: el talón vulnerable […] Ya desde su nacimiento es patente su ilustre destino. Los dioses obligaron a Tetis, la bellísima hija de Nereo, a tomar como esposo a un mortal, temiendo el vaticinio de que ella daría a luz un hijo superior a su padre. Zeus y Poseidón desistieron de cortejar a la diosa marina y le asignaron al noble Peleo por marido. De la educación heroica de Aquiles se encargó el centauro Quirón, arquetípico maestro en la iniciación de héroes famosos, y el joven se mostró digno de sus enseñanzas. Luego el joven marchó a Troya con sus grandes caudillos aqueos (una vez que Ulises desbarató el ardid de su ocultamiento en Esciros). Allí se portó como debía y decidió el desenlace de la larga guerra, al dar muerte a muchos enemigos, y sobre todo a Héctor, el más valeroso de los hijos de Príamo, tal como se relata en el poema homérico.
La Ilíada se configura en torno al tema de la ira de Aquiles. En el comienzo se cuenta cómo, al reclamar el adivino Crises la devolución de su hija, asignada a Agamenón en el reparto de cautivas, el gran jefe del ejército aqueo accede a a ello, pero se lleva en compensación a la cautiva Briseida, asignada a Aquiles. El hijo de Tetis se enfurece y decide retirarse de los combates. En vano, cuando los troyanos ponen en apuros a los griegos, envía una embajada Agamenón a su tienda para rogarle que regrese. Sólo más tarde, cuando de nuevo los griegos están en un tremendo agobio, cede Aquiles a los ruegos de Patroclo, y le deja que se revista su armadura e intente salvarlos de la derrota total. Pero tras un primer victorioso avance, Patroclo muere, a manos del dios Apolo y del troyano Héctor. Terrible es el dolor del héroe al saber la muerte de su amigo; y decide vengarlo a cualquier precio. De nuevo acude Tetis a socorrer a su hijo, y le trae una nueva armadura, fabricada por el dios Hefesto. Irrumpe ya ferozmente Aquiles en la pelea y a su avance deja un rastro sangriento de muchos muertos, hasta encontrarse con Héctor. En el duelo ante los muros de Troya, Aquiles mata con su lanza, y la ayuda de Atenea, al príncipe troyano.
Sin embargo, el rencoroso Aquiles no está satisfecho aún, en su vengativo furor, con esa muerte, y arrastra durante días el cadáver de Héctor tras su carro para destrozarlo con completo. Pero hasta los dioses se apiadan del noble héroe troyano, y advierten al hijo de Peleo. Y el viejo rey Priamo, guiado por Hermes, acude de noche al campamento griego a solicitarle la devolución del cuerpo de su hijo. En una emotiva escena Aquiles accede. Se celebran juegos fúnebres por Patroclo en el campamento griego (canto XXIII), y en Troya los funerales de Héctor (XXIV). Y con esos lamentos fúnebres troyanos concluye la epopeya.
No se cuenta en la Ilíada la muerte de Aquiles (a quien mató Paris de un flechazo en el talón vulnerable) ni tampoco el final de Troya (conquistada gracias al truco del enorme caballo de madera). El final de la guerra se cuenta, con todo, en la primera parte de la Odisea, pero también estaban relatados esos episodios últimos en otros poemas que se han perdido. De Aquiles contaban otros poemas, algunos épicos que se perdieron pronto y otros muy posthoméricos (como el muy largo poema Posthomerica de Quinto de Esmirna), y variados resúmenes mitológicos y novelescos (en prosas latinas como las Crónicas troyanas de Dares y Dictis). […]
La Odisea nos ofrece, sin embargo, una última visión de Aquiles que merece comentario por su ironía y su mordacidad. Ulises habla con su antiguo camarada en su visita al Hades, y allí la sombra del gran guerrero muerto le hace una amarga confesión. Dice, en efecto, desde allí, este Aquiles fantasmal, que preferiría ser esclavo de un campesino que rey en el mundo de los muertos. Y esa protesta póstuma del héroe contra su destino nos causa una tremenda desazón. En el Más Allá sombrío Aquiles echa de menos la vida.
Carlos García Gual: Diccionario de Mitos (Planeta, 1997)
Δεν υπάρχουν σχόλια:
Δημοσίευση σχολίου