5 Μαΐου 2008

ΓΑΜΟΙ ΟΜΟΦΥΛΩΝ

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JOHN BOSWELL: Las bodas de la semejanza (Muchnik / Madrid 1996)
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John Boswell (1947-1994) fue un notable historiador norteamericano, profesor en Yale, que al reconocer su condición de homosexual, decidió dedicar sus estudios a aclarar, dignificar y elucidar los problemas de un tema -el homoerotismo- tantos siglos preterido y manchado.
Su primer libro notable, Cristianismo, tolerancia social y homosexualidad (1980) fue un auténtico hito por la profundidad y rigor de su investigación y por la tesis que allí documentaba: En los primeros siglos de su existencia el cristianismo no fue esa máquina homófoba que es hoy el catolicismo. El amor entre iguales era tolerado cuando no fomentado.
Su último libro, Las bodas de la semejanza (acertadísima traducción del muy técnico título Same-sex unions in premodern Europe) continúa y afina la tesis del libro antes citado. Partiendo de un minucioso estudio de fuentes y autores, y tras demorarse delicadísimamente en los significados históricos de términos como amor, amistad, hermandad y matrimonio, Boswell concluye que en la Antigüedad Greco-romana y en los primeros tiempos del cristianismo (que tomó muchos préstamos de aquel mundo pagano) existieron bodas entre personas del mismo sexo, especialmente hombres. ¿Bodas? Un matrimonio no significaba lo mismo entonces que ahora, pero ciertamente, hasta el año 1000, proliferaron en la Europa occidental y en el Imperio bizantino griego, unas ceremonias -que tenían sus peculiares oraciones, recogidas en los eucologios cristianos de la época- en las que dos personas del mismo sexo se unían por propia voluntad, para amarse y respetarse y eran bendecidas por un sacerdote. Esta ceremonia se llamaba, en griego, Adelphopoiesis, que aunque puede ser traducido como ceremonia de hermanación, tal «hermandad» era amistosa y erótica, y no consanguínea ni comercial.
Naturalmente los cristianos no apoyaban la flagrante homosexualidad romana (tema prácticamente libre) ni las bodas de emperadores, como Nerón o Heliogábalo, que se casaron -entre sus varios matrimonios- con otros hombres. Esta boda cristiana, tendía probablemente a una cierta castidad -el cristianismo tuvo y tiene una pertinaz manía por el celibato- pero dejaba claro un amor sensual entre personas del mismo sexo, siguiendo el modelo de díadas de santos y santas primitivos que hoy hemos casi olvidado: san Sergio y san Baco, amigos y mártires. O santa Perpetua y santa Felícitas, amigas de igual intimidad.
Las bodas de la semejanza es un estupendo libro de Historia y de moral, pero nada más lejos de un libro divulgativo. John Boswell hizo un libro ameno pero muy riguroso -lleno de citas, notas y referencias clásicas- que puede ser demasiado «duro» para quienes no estén muy interesados o versados en el mundo clásico o en la antigüedad cristiana. Un gran libro moroso y detallado, que deja una pregunta en el aire: ¿Por qué, sobre todo a partir del siglo XIII, la Iglesia se volvió rigorista, formalista y brutalmente homosexual, cuando no había sido así desde el principio?
Boswell solía decir -con cierta paradoja- que el paraíso gay no estaba en la Atenas de Pericles ni en la Tebas del Batallón Sagrado (batallón de amantes masculinos) sino en el Renacimiento del siglo XII, cuando a la par que cundía el culto a la Virgen y el amor trovadoresco, el homoerótico podía ocurrir, en monasterios y entre clérigos. Ahora sabemos también que antes de esa tolerancia hubo uniones de igual sexo muy similares a las bodas heterosexuales. Puesto que el sacerdote -todavía hoy- no hace la boda, sino que la santifica, ya que la unión se produce por la sola voluntad de los contrayentes. Reflexionar, ahora.
LUIS ANTONIO DE VILLENA

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