15 Μαΐου 2009

Ο ΕΡΑΣΤΗΣ ΤΟΥ ΛΟΡΔΟΥ ΒΥΡΩΝΑ

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Missolongi (Grecia), enero de 1824.
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Mi recordada Lily: Cuando empieces a leer sueña a tu amigo en el fin del mundo. Éste es un pueblo pequeño y húmedo, donde la fiebre camina por la calle con harapos de niebla. Está el caserío rodeado completamente de pantanos y cañaverales pútridos y la gente está casi negra por la miseria. No son los griegos de los libros. Pero esos griegos, de los que te he hablado, existen. Ahora duerme Endimión a mi lado, en una yacija de paja. Endimión, el muchacho del que se enamora la inconstante Luna. Lukas es recio y duro, ha matado ya a varios hombres. Es posible que se emborrache a menudo, y es más que probable que haya follado bien a una mujer. ¿A quién si no a ti, que eres sabia, contarle esto? Lukas es alto y moreno, tiene un cuerpo de piel suave, delicadamente fuerte. Los músculos son duros. Sus ojos grandes, negrísimos, adornados con tantas pestañas como siervas hay en un gran harén. Está a punto de cumplir dieciséis años, yo he cumplido ya treinta y seis. Sobre los labios, con la sensualidad del verano, un tierno bozo sombrea el amor. La polla es larga y oscura y ahora le cuelga, descansando, sobre un muslo donde finaliza el tiempo. ¡Es tan hermosamente masculino y joven, tan dulce su voz selvática, que he llorado mirándole muchas veces! Ángel de la Destrucción –imploro- socórreme. Cuando le conocí en Cefalonia con su familia (todos luchadores por la libertad de su patria) no dudé en tenerle conmigo. Sus padres acogieron con sumo inter´s mi gesto. Les prometió –él- que cuidaría de mí. Les di no sé cuántas esterlinas para que pudieran continuar peleando. Los Calandritsianos miran como un honor que el joven Lukas, su hijo menor, trabaje para mí. ¿Me vieron suspirar por la belleza? Pero ¿quién no suspiraría? Su madre ¿no habrá bendecido a Dios mil veces, al mirarlo? Jehová debiera detener el sol para él. Será injusto –más injusto en su caso- que la flor perezca. Lukas, como los griegos, no sintió nunca rubor cuando le indiqué (apenas podemos entendernos) que durmiera conmigo. Dejé que entrara en mí, porque no parecía interesarle otra cosa. Y sentí, junto a él, el coraje de los guerreros. Estoy seguro que los amantes del Batallón tebano hacían lo mismo para luchar con más ardor contra su enemigo.
Pero Lukas no me ama. Y yo quizá le ame más por ello. Es mi amigo, mi copero, mi paje, mi siervo, mi camarada, mi leal, pero no puede amarme. Los hombres follan, parece decir, pero no se aman. Y entonces yo busco el alivio de la desesperación. Sólo a Augusta la he amado así, pero mi hermana me ama también. Me vio escribir have algunas noches un corto poema, y adivinó que era suyo. Me besó en los labios, y salió riéndose. Como un vencedor. Como un atleta. Dice Fletcher que los suliotas comprnden y aprueban. Pero que dicen también y es verdad- que los ingleses están locos: persiguen muchachos en la guerra de Grecia...
La verdad es que no sé qué hago aquí, mi querida (...)

Luis Antonio de Villena: El burdel de Lord Byron (Planeta, 1995)

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Lord Byron

George Gordon Byron, sexto lord Byron (Londres, 22 de enero de 1788 – Missolonghi, Grecia, 19 de abril de 1824) fue un poeta inglés, considerado uno de los escritores más versátiles e importantes del Romanticismo.

Se involucró en revoluciones en Italia y en Grecia, en donde murió de malaria en la ciudad de Missolonghi.

Su hija Ada Lovelace contribuyó en la invención de la máquina analítica junto con Charles Babbage.

Biografía
Familia
Fue hijo del capitán John «Mad Jack» Byron (quinto lord Byron de la familia, cuya nobleza provenía del reinado de Enrique VIII de Inglaterra), y de la segunda esposa de éste, lady Catherine Gordon. Su abuelo fue John Byron, también llamado «Foulweather» («Mal tiempo»), vicealmirante británico que navegó por todo el mundo. Su padre falleció en 1791 (a los tres años de vida de George) en la localidad de Valenciennes, en Francia, en una pequeña residencia propiedad de su hermana, a donde había huido tiempo atrás de sus acreedores y del terrible temperamento de su esposa. En su estancia allí, el padre había mantenido a varias amantes y derrochó a su antojo lo que le quedaba del dinero de la familia. Así, a esa edad y en compañía de su madre en Aberdeen, George heredó de su progenitor poco más que deudas y los gastos de su funeral.

No obstante, si la herencia material del padre fue poco más que un disgusto para el hijo, no se puede decir lo mismo de la herencia espiritual, pues el joven conservaría su amor por la belleza, el culto a la galantería, y su inclinación hacia la vida licenciosa. De su madre, en cambio, heredaría el cariño que ésta le ofreció, su dulzura, pero también su atroz temperamento.

George nació con una pequeña deformidad en el pie derecho. Era patihendido, significando esto que sus dedos en el pie estaban vueltos hacia dentro. Byron siempre apostó a que tal deformación había sido debida a la mojigatería de su madre, quien había rechazado asistencia médica en el parto. Por este problema, su padre dijo que jamás llegaría a andar. Pero el pequeño Byron, quien tuvo que calzar un zapato ortopédico durante toda su infancia, se rebeló a la creencia del padre, y aprendió a correr antes que a caminar, y aun cuando anduvo cojo, presumía de andar más rápido que muchos. En el futuro, al alcanzar la juventud, sus maneras y modales le servirían para disimular su cojera, haciéndola parecer un caminar excéntrico a la vez que distinguido.

Tuvo que soportar muchas burlas y rechazos por su deformidad, pero aprendió con el tiempo a defenderse bajo la máxima de que «cuando un miembro se debilita siempre hay otro que lo compensa». Palabras a las que en su vida siempre haría honor. Además de la cojera sufrió mucho por el frío, ya que sus huesos siempre fueron frágiles, lo que le causó gran malestar.


Infancia
La relación de sus padres, que marcó a Byron de forma importante, podría definirse como tempestuosa. Si bien Byron jamás pudo considerar a su padre como un auténtico amante de su madre, ésta, a pesar de su rencor por lo ilícito de la vida de su marido, se volvió triste e inconsolable tras su pérdida. Byron describiría la relación que vivió con su madre Catalina como una aventura de golpes y besos. Catalina llamaba con frecuencia al pequeño Byron cojo bribón o pequeño diablo, mientras él la llamaba vieja o la viuda. Pese a esta relación de amor-odio, Byron diría posteriormente que su madre fue la única que lo había entendido.

Cuando cumplía la edad de nueve años, su madre lo puso en manos de una joven institutriz y enfermera escocesa, devota calvinista, apodada Mary Gray, quien lo inició en la lectura de la Biblia y en el sexo, ya que en aquel entonces, y pese a lo breve de su edad, tuvo sus primeras relaciones sexuales con ella. Junto a ella pasó el verano en el valle del Dee, en una casa de campo cercana a Abergeldie, y contempló las aficiones alcohólicas y orgiásticas de Mary Gray. De aquella época, además del mundo que se le descubrió a través de la sexualidad con la joven Mary Gray, a quien guardaría para siempre a fuego en su memoria, Byron recordó también la belleza de las montañas septentrionales escocesas, la cual admiró durante su estancia, indagando en sus recovecos a diario en sus continuas escapadas y a muy pesar de su latente cojera.

Byron no guardó recuerdo amargo de aquellas primeras relaciones sexuales y lecturas religiosas, ni contó al respecto que le hubieran perjudicado de modo alguno. Contrariamente, afirmó que la experiencia en el valle del Dee le ayudó a madurar y comprender de forma precoz el sentimiento de la melancolía.

Ocurrió esto mientras vivía en la ciudad escocesa de Aberdeen, donde se inició en latín e historia con la ayuda de un preceptor presbiteriano hasta su entrada en la Aberdeen Grammar School. Fue mientras cursaba el cuarto grado en la histórica escuela cuando su presencia fue requerida en Inglaterra debido al fallecimiento de su tío abuelo William Byron, quinto Lord Byron.
Una vez allí, con la muerte de su tío abuelo, se le reconoció su aristocracia, y aunque nunca le tuvo excesivo aprecio al título que le correspondía, la experiencia le hizo ampliar sus horizontes, y creyó crecer de golpe al imaginarse en un futuro en la Cámara de los Lores. Vivieron madre, hijo e institutriz en el lugar, en la recién heredada Newstead Abbey ('abadía'), la cual, para su sorpresa, frente a sus aspiraciones de nueva riqueza, estaba cargada de deudas y en muy mal estado. Su madre contrató, para gestión y administración de bienes, al abogado londinense Hanson, quien se haría cargo de los asuntos familiares hasta que el pequeño George contase con la edad suficiente. Byron recordaría gratamente que ésta fue la mejor residencia que tuvo. Allí conoció y se enamoró de su prima Mary Duff, quien lo rechazó por ser un chico muy joven para ella. Esta situación, que lo dejó desolado, lo animó a empezar a realizar sus primeras composiciones.

Cabe decir que el tío abuelo de George había pasado los últimos años de su vida viviendo casi como un ermitaño, actitud que no iba de acorde con los años que vivió anteriormente a su reclusión. De esos años se recuerda que lo llamaban El Villano, y que también los vivió de un modo bastante licencioso. Algunas de sus proezas fueron el intento de asesinato de su esposa lanzándola a un lago tras una discusión doméstica, o la muerte en duelo de William Charworth, de Annesley Hall, tras una discusión al respecto de los métodos para la caza. De este hombre heredó George su título familiar, sus deudas y la misma espada con la que atravesó a su rival.

El pequeño Byron fue enviado al colegio del doctor Glennie, en Dulwich. Allí sus estudios se vieron interrumpidos constantemente por las manías de su afectada madre, quien continuamente interrumpía su estancia para llevarlo consigo durante largos periodos de tiempo. Durante esta época es cuando Byron lee una de sus obras predilectas, Las mil y una noches. Ya era un ávido lector desde hacía años.
Pero en 1801, gracias en parte a una pensión de trescientas libras que había recibido la madre del joven por parte del rey, Byron fue admitido en Harrow, donde completaría sus estudios primarios.

En 1802 tuvo su primera tragedia amorosa, al morirse su prima Margaret Parker, de la que también estaba enamorado.

Juventud
En 1805 se trasladó a la universidad de Cambridge. Aquí, además de ser un brillante estudiante, destacaría por sus trajes extravagantes y su vida licenciosa y despilfarradora. Pese a ello, se ganó el sobrenombre de buen chico y tuvo grandes amigos, como Lord Broghton, John Hobhouse, quien sería líder del Partido liberal. Fue muy aficionado a escribir versos ya en esta época, y aprendió boxeo y esgrima, siendo un gran experto en ambas artes de lucha, gracias a sus amigos Jackson y Angelo. Dejaría la universidad por falta de dinero y se mudaría a la calle Picadilly 16 de Londres, en donde fue amante de una prostituta. Luego, ya sin dinero, volvería con su madre a Southwell y se dedicaría en cuerpo y alma a la poesía. Ese año publicó su primer libro de poesías, intitulado Composiciones fugaces, gracias a una amiga suya, Elisabeth Pigot, la cual le pasó en limpio sus escritos y los editó. Sin embargo, el párroco de la zona no dejó que saliera a la venta y lo quemó, porque en uno de los poemas salía mal parada una tal Mary.

En 1807 se publicó en la prestigiosa revista Edinburgh Review su libro de poemas Horas de ocio, que suscitó dispares opiniones. Ante la crítica siempre respondía de forma combativa o escribiendo una nueva obra. En 1809 ocupó un escaño en la Cámara de los Lores, escribió la sátira Bardos ingleses y críticos escoceses y emprendió un viaje de dos años por España, en donde le cautivó la belleza de las españolas (escribió el poema La chica de Cádiz) y tuvo una entrevista con el General Castaños en plena Guerra de la independencia. Viajó también por Portugal, Albania, Malta y Grecia, en donde atravesó el Helesponto a nado, junto con su amigo Hobhouse, y donde escribió las sátiras Hints from Horace y La maldición de Minerva. También estuvo en Turquía, donde intentó descubrir Troya. Durante estos viajes tuvo varias relaciones, tanto con mujeres como con hombres. En 1811 murieron su madre y dos de sus amigos en tan sólo un mes, cosa que influyó mucho sobre su ánimo, ya que se obsesionó con la muerte. En esta época se refugió en su hermanastra Augusta Leigh, manteniendo una relación con ella, lo que provocó que se le acusara por incesto.

Madurez
La publicación en 1812 de los dos primeros cantos de Las peregrinaciones de Childe Harold, poemas que narran sus viajes por Europa, lo llevaron a la fama. Además realizó otra serie de obras como El Giaour, La novia de Abidos, El corsario y Lara, estableciendo lo que se llamó el héroe de Byron. Por esta época conoció al que sería su biógrafo Thomas Moore, con quien, según se dice, también tuvo relaciones sexuales. También fue famoso su affaire con la aristócrata Lady Caroline Lamb. Fue poco querido por los demás componentes de la nobleza por sus continuos amoríos y críticas (como al duque de Wellington). Incluso fue insultado públicamente en la cámara de los Lores, a causa de haber defendido el ludismo y a los católicos. Pero a él realmente le importaba muy poco e incluso le gustaba que lo odiaran pues, en su opinión, también le temían. En 1815, año en que publicó Melodías hebreas, se casó con Anna Isabella Milbanke, a quien le dijo en la noche de bodas: «Te arrepentirás de haberte casado con el diablo»; posteriormente, en su luna de miel, cuando pasaban por un pueblo, sonaron las campanas por un fallecido, a lo que Byron dijo: «Seguro que esas campanas tocan por nosotros», dando a entender el poco futuro de la relación al ser personalidades poco afines. Tras conocerse que Byron no le era fiel, Anna Isabella lo abandonó en 1816, tras dar a luz a la única hija legítima del poeta, Augusta Ada. Los rumores sobre sus relaciones incestuosas con su hermanastra Augusta (con la que tuvo una hija, Medora), sus poemas antipatrióticos, su acusación de sodomía y las dudas sobre su cordura provocaron su ostracismo social. Amargado profundamente, Byron abandonó Inglaterra en 1816 y nunca volvió.

A partir de ese año 1816, comenzaría una suerte de viajes por casi toda Europa que no acabarían hasta su muerte. En 1816 llegó a visitar Waterloo, lugar turístico por excelencia en aquella época, cuando tan sólo hacía un año desde que se celebrara allí la famosa batalla.

En el año de 1816 se trasladó a Suiza y estuvo viviendo algún tiempo junto a Percy Shelley, Mary Shelley y su médico personal (Byron fue muy propenso a las enfermedades y fue otra de las causas de sus depresiones), John William Polidori. En una tormentosa noche de verano de 1816 se reunieron los cuatro en Villa Diodati, propiedad de Byron, y decidieron escribir relatos de terror dignos de aquella noche lúgubre. Inspirados ambos en la personalidad de Byron, Mary Shelley escribió Frankenstein y Polidori su relato El Vampiro. En su estancia suiza Byron redactó El prisionero de Chillón, El himno a la belleza intelectual, El sueño y Estancias a Augusta.

Desde 1817 hasta 1822 estuvo viajando por Italia, recorriendo ciudades como Pisa, Génova y Roma, donde tuvo una aventura con Margarita Cogni y vivió en el palacio Nani-Mocenigo, residencia que fue casi un harén para él, frecuentando las tertulias de las condesas Benzoni y Albrizzi. En 1821 participó en la revuelta de los carbonarios en Rávena y se enroló en los movimientos contra el Papa (publicó por entonces su obra crítica La profecía de Dante) y contra Austria. También llegó a vivir un tiempo en Venecia, donde, según fanfarroneaba, había tenido 250 relaciones sexuales con mujeres, y donde vivió con la condesa Teresa Guiccioli, recién separada de su anciano marido. Se apasionó con la lectura del Fausto de Johann Wolfgang Goethe, escritor a quien admiraba y con quien se carteó varias veces. Esta admiración era recíproca, ya que Goethe escribió que Byron era «el poeta del presente». A finales de 1821 escribió Manfredo, influido por el Fausto de Goethe y los parajes montañosos de Suiza; acabó varios cantos de su Don Juan y creó un periódico con Percy Shelley llamado El Liberal.

En abril de 1822 murió su hija ilegítima Allegra (nacida de su relación con Claire Clairmont, hermanastra de Mary Shelley) cuando apenas había cumplido cinco años y a la que Byron tenía gran aprecio. Además, mientras hacía un viaje junto a su gran amigo Percy en goleta (la de Byron se llamaba «Bolívar» y la de Percy «Don Juan»), éste último murió en un naufragio ocurrido el 8 de julio junto al capitán Williams. En septiembre se instaló en Génova, queriéndose dedicar a la política sin éxito.



Aventura en Grecia y muerte
En marzo de 1823 lo designaron miembro del Comité de Londres para la independencia de Grecia, marchando allí en 1824 desde Génova en la goleta Hercules para luchar por la independencia del país, entonces parte del Imperio Otomano. Allí escribió su última composición A mis treinta y seis años; dio 4.000 libras y se le designó un regimiento; contactó con los bandidos de Suliotas; fue recibido como un héroe por los griegos, quienes querían hacerlo comandante, y planeó un ataque junto con el príncipe Alejandro Mavrocordatos, pero se desanimó pronto al descubrir las rencillas por el poder de los distintos grupos griegos. El 10 de abril sufrió un ataque epiléptico y enfermó gravemente. Los médicos le prescribieron unas sangrías, a lo que él se negó. Días después, extenuado por la enfermedad y llamándolos asesinos, permitió a los médicos sacarle toda la sangre que desearan. El 16 de abril practicaron la primera sin buen resultado. Al día siguiente realizaron otras dos. Murió el día 19 de abril en Missolonghi, sin haber cumplido su sueño de independencia griega. Testigos presenciales aseguraron que, en total, le habían extraído unos dos litros de sangre, aproximadamente.

Goethe escribió, ante la noticia de su muerte: «Descansa en paz, amigo mío; tu corazón y tu vida han sido grandes y hermosos».

Un suburbio de Atenas fue llamado Vyronia en su honor.

Su cuerpo fue trasladado por Edward Trelawny, también implicado en la causa griega, y enterrado en la Iglesia de Santa María Magdalena de Hucknall, Nottinghamshire (cerca de Newstead Abbey), junto a su madre. En la Abadía de Westminster solo se encuentra un monumento conmemorativo inaugurado en 1969 a causa que en la época de la muerte de Byron no se permitió su enterramiento en la abadía por su dudosa moralidad.

es.wikipedia.org

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Lord Byron

EDUARDO MENDICUTTI (El Mundo, 20/4/95)

LA salvajada de ayer contra el señor Aznar ha sido como echar una soga al cuello de todos nosotros, cualquiera que sea nuestro voto y nuestro credo. Es evidente: quieren asfixiarnos. Por eso propongo buscar un poco de respiro en la figura romántica y oxigenada de Lord Byron.
El burdel de Lord Byron de Luis Antonio de Villena, premio Azorín, es una novela fantástica. Yo la he leído en Semana Santa, en una playa de Mallorca, al lado de una maravillosa criatura en tanga y, ay, rodeados de chillones mozalbetes ingleses, contundentes parejas germánicas, jacarandosas ancianas ibéricas adictas al Inserso y que no se quitaban el collar de perlas Majórica ni aunque las despellejasen vivas, y los muy animosos cónyuges de las susodichas señoras, cargados todo el rato con enormes cajas de ensaimadas. Pues bien: la novela de Luis Antonio conseguía que olvidase al instante toda esa humanidad y que me sintiera, con la sola y excepcional compañía de la criatura en tanga, dentro de una burbuja en la que reinaba una vitalidad resplandeciente, un delirio radiante, una rebeldía feliz, una desvergüenza sublime, un idealismo bullicioso e incruento. O sea, un lujo.

Gracias a «El burdel de Lord Byron», salvé mis vacaciones y me sentí de Jueves Santo a Domingo de Resurrección un cultivador alegre y manirroto del desatino sentimental, un esteta a contracorriente, un madurito extravagante y, por supuesto, el afortunado y exclusivo degustador del mismísimo Lukas Calandritsanos, tan amado por Byron, en tanga. Lo dicho: un lujo. Y, desde luego, si el libro de Luis Antonio ha conseguido eso conmigo, lo puede conseguir con cualquiera; apuesto que lo conseguiría hasta con monseñor Yanes, por ponerlo dificultoso.

La lectura del libro de Luis Antonio logró también dotar a alguno de los acontecimientos más chuscos ocurridos estos días de una dimensión épica, mítica, alucinada: byroniana. Por ejemplo: esa aventura de los barcos cargados de agua potable para Mallorca adquirió de pronto la cualidad de un dislate típico de Byron. Gracias a la dilatada cultura, la lujosa pluma y el contagioso fervor de Luis Antonio y su Byron -y a la embriaguez producida por la risueña proximidad del prodigio en tanga, todo sea dicho-, el perfil navegante y desdichado de los buques aljibe se me antojó homérico, la burrada de verter en el mar 30.000 metros cúbicos de agua dulce me pareció chespiriana, y a don José Borrell lo encontré clavado a Lord Byron. Qué gusto.

Por descontado, no hace falta irse a Mallorca con un milagro en tanga para disfrutar tanto con la novela de Luis Antonio. Miren: si les pesa, que les pesará, la zafiedad reinante, y las salvajadas como el atentado de ayer, lean enseguida este libro. Tiene una virtud impagable: despierta el deseo urgente de intentar vivir, pese a todo, como los dioses díscolos, bajo el temerario patrocinio de Lord Byron.

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