2 Μαΐου 2011

ΗΡΑΚΛΗΣ ΚΑΙ ΥΛΑΣ 3


El relato del mito de Hilas, de factura típicamente alejandrina como muestran el Idilio 13 de Teócrito y las Argonáuticas de Apolonio de Rodas, constituye el núcleo de la Elegía 1, 20 de Propercio. En ésta y en la 3, 15 properciana el mito se presenta en forma narrativa. La primera de ellas le parece probable que se corresponda con los comienzos de la actividad literaria del poeta de Asís.
El relato mítico propiamente dicho, de carácter claramente erótico y con presentación bucólica en Teócrito, más discreto en cuanto a la relación amorosa en Apolonio de Rodas, es utilizado por Propercio como ejemplo a tener en cuenta por Galo, a quien el poeta latino apostrofa en los quince primeros versos a propósito de sus amores con un adolescente que podría serle arrebatado por alguna mujer. La narración del mito que nos ocupa afirma que si Galo tiene en cuenta el ejemplo ofrecido por el mito, podrá conservar su amor:

Esto te advierto, Galo, por mi fiel amistad (que no se pierda en tu ánimo distraído), a menudo la mala suerte le sale al paso al enamorado incauto: el cruel Ascanio podría decírselo a los Minias. Tú tienes un amor de no inferior belleza ni de nombre desigual al de Hilas, el hijo de Teodamante. A éste, bien vayas recorriendo los arroyos del bosque sombrío, ya moje tus pies la onda del Anio, ya recorras la costa de los Gigantes, o en cualquier rincón por el movible cobijo del río, defiéndelo siempre del rapto codicioso de las ninfas (pues no es menor el amor de las itálicas que el de las Adríadas). Que no tengas, Galo, que ir a los duros montes y a las frías peñas, y a los lagos nunca conocidos: lo cual, habiéndolo sufrido Hércules en su desventurado viaje por desconocidas riberas, tuvo que llorar ante el Ascanio indómito.
Pues cuentan que antaño la nave Argo, salida del astillero de Pagasa, recorría el remoto rumbo de Fasis, y ya después de pasar las olas de la hija de Atamas, arribó a los escollos de los misios. Allí el grupo de los héroes, cuando arribó a las serenas orillas, cubrió el risueño litoral de muelle ramaje. Pero el compañero del invencible mancebo avanzó más allá a buscar la rara agua de una fuente apartada. Dos jóvenes lo persiguieron, descendencia de Aquilón. Lo perseguía desde lo alto Zetes, lo perseguía desde lo alto Cálais, querían robarle sus besos extendiendo sus manos, y arrebatárselos desde arriba en alternativa huida. El, en vilo, busca refugio bajo su propio brazo y con una rama espanta las asechanzas que vuelan. Y ya se había retirado la estirpe de Orothya Pandiónide, pero, ¡ay dolor!, Hilas caminaba, caminaba hacia las Hamadríadas. Allí había una fuente en la ladera del monte Arganto, humeda morada grata a las ninfas de Tinia, encima de la cual pendían, sin que se debieran a cuidado alguno, frescas manzanas de árboles abandonados; en torno, en el fresco prado, crecían lirios blancos entremezclados con adormideras purpúreas. E Hilas, ora cortándolas puerilmente con sus delicadas uñas, prefería la flor al deber que se había impuesto, ora echándose ignorante sobre las hermosas aguas, entretenía su descuido con tiernas imágenes. Al cabo se dispone a beber del río metiendo en él las manos y libando el agua recostado en su hombro derecho, por cuya blancura como arrobadas las doncellas Dríadas, dejaron asombradas sus acostumbradas danzas, y como resbalara, fácilmente lo arrastraron con el blando líquido: Hilas, al ser robado sus cuerpo, dio un grito. A éste desde lejos Alcides repitió respuestas, mas sólo el aura le devolvió el nombre desde la lejana fuente.
Aleccionado con estos ejemplos, Galo, guardarás tu amor, pues parece que has confiado el hermoso Hilas a las ninfas.

Dulce Estefanía (scielo.org.ar)

Mosaicos romanos
J.W Waterhouse / Edouard Théophile Blanchard / Henrietta Rae

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