30 Σεπτεμβρίου 2010

Η ΑΝΔΡΙΚΗ ΟΜΟΦΥΛΟΦΙΛΙΑ ΣΤΗΝ ΑΡΧΑΙΑ ΕΛΛΑΔΑ 2γ

Arquero barbudo que saluda a un cazador joven que lleva una gamuza, un ofrecimiento para Hermes Kedritēs
Creta, 670-650 a.C., Museo de Louvre
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La Homosexualidad masculina en la Antigua Grecia 2c

Diversidad de tradiciones
Por otro lado, uno de los mitos que explica los orígenes de la pederastia es el de Minos, el Rey de Creta.
El amante anunciaba a sus amigos su decisión de proceder al rapto del muchacho con tres o cuatro días de antelación. Desde ese momento, resultaría vergonzoso ocultar al muchacho o prohibirle acudir al punto de cita, porque esto significaría que no merecía el honor de ser el amante del adulto. Cuando se encontraban, y si el amante era del mismo rango social o de un rango superior al del muchacho, se perseguía al secuestrador sólo por la tradición de mantener las apariencias, pero en realidad los padres estaban encantados de dejarle ir, aunque el ritual imponía seguirlos hasta la casa del amante. Pero si el amante era de rango inferior, el rapto se producía incluso con recurso a la fuerza. Quien sólo destacaba por su belleza era considerado como menos deseable que aquél que destacaba por su valor y su virtud. El muchacho recibía un presente de su amante, que le llevaba donde él deseaba. Los testigos del rapto les acompañaban y a continuación tenía lugar un festín, tras el que volvían a la ciudad. Dos meses después, el muchacho volvía a casa, cargado de ricos presentes. [Tres presentes tradicionales representaban la fundación simbólica de la entrada del muchacho en la vida adulta: una armadura, que simbolizaba la destreza en las artes guerreras; un toro, que simbolizaba la obligación de arar la tierra; y un cáliz, que simbolizaba el embriagamiento divino como camino a los éxitos del espíritu]. Muchos eran los presentes valiosos, y los amigos del amante contribuían a su adquisición. Al volver a su casa, el joven sacrificaba el toro a Zeus e invitaba a sus amigos a un festín. [Debía, en ese momento, responder a la pregunta ritual de si le había gustado o no la relación con su secuestrador, una tradición cuya finalidad probablemente era impedir que los amantes intentasen aprovecharse de su posición]. Pero cuando un muchacho hermoso de buena familia no podía encontrar amante, era una marca de deshonor, porque se presumía que el motivo era que su carácter no le hacía digno de ello. Los muchachos distinguidos con el secuestro gozaban de gran reconocimiento social. Obtenían los mejores puestos en los bailes en grupo y en las carreras y podían llevar los adornos que les habían regalado sus amantes, como prueba de distinción.
Las tribus griegas dóricas, como por ejemplo los espartanos, tenían tradiciones similares, aunque los detalles variaban de un Estado a otro. No obstante, la idea básica seguía siendo la misma: que el amante adulto había de entregar al adolescente una parte de su propio corazón, podríamos decir, transfiriendo su propio areté, esto es, todo lo que en él había de noble y bueno, para facilitar el pasaje del joven de la adolescencia a la madurez. El lazo creado por estas relaciones solía durar más allá de la educación formal del joven. A veces, el hombre más mayor seguía asumiendo responsabilidades para con su pupilo hasta que éste llegaba a la edad de matrimonio, sobre los treinta años.
El poder del amor utilizado con tan buen fin para la educación de los jóvenes griegos también servía para potenciar su motivación, y la de sus amantes, en el campo de batalla. El poder del amor utilizado con tan buen fin para la educación de los jóvenes griegos también servía para potenciar su motivación, y la de sus amantes, en el campo de batalla. El valor de las parejas masculinas, como las que integraban el Batallón Sagrado de Tebas, era bien conocido en toda la antigua Grecia y resultaba un factor importante en la guerra. Las parejas pederásticas también eran denominadas tiranicidas, asesinos de tiranos, porque solían ser las primeras en alzarse contra los déspotas. Armodio y su erastes, Aristogitón, eran quizás la pareja más conocida.

Joven jugando con una liebre, un regalo pederástico,
480 a.C., Museo de Louvre
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Otros aspectos
Aunque los griegos, con su genio creativo, elevaron un impulso humano habitual y utilizaron su poder para mejorar tanto al muchacho como al hombre adulto, el amor entre hombres tenía también otras implicaciones en la vida diaria, a pesar de que, al igual que hoy en día, el matrimonio ideal no era ni mucho menos la única manifestación de deseo entre un hombre y una mujer. La prostitución masculina, por ejemplo, era habitual desde muy al principio. El estadista Solón de Atenas (634-560 a. C, aprox.), autor de numerosas reformas sociales en su ciudad natal, intentó regular este aspecto de la vida sexual. Sus leyes prohibían el ejercicio de la prostitución de los muchachos atenienses nacidos libros, pero no incluían ni a los esclavos ni a los xenoi (extranjeros), que no tenían la ciudadanía ateniense). Los burdeles que suministraban muchachos tenían autorización oficial y pagaban los mismos impuestos que los que ofrecían mujeres o chicas. Muchos estaban integrados por muchachos cautivos que habían sido secuestrados en guerra y cuyos padres habían sido asesinados o vendidos como esclavos. Los muchachos libres a veces también se veían en la necesidad de ofrecer sus servicios al mejor postor.

(historia-homosexualidad.org)

24 Σεπτεμβρίου 2010

Η ΑΝΔΡΙΚΗ ΟΜΟΦΥΛΟΦΙΛΙΑ ΣΤΗΝ ΑΡΧΑΙΑ ΕΛΛΑΔΑ 2β

525 a.C, Antikensammlung, Berlín
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La Homosexualidad masculina en la Antigua Grecia 2b

Además de por sus encantos físicos, se valoraba a los jóvenes por sus mentes, que se suponían particularmente capaces de razonar y debatir, por lo que merecían ser cultivadas. Así, el Eros masculino era la fuerza motriz no sólo de lo erótico sino también del lado pedagógico de la pederastia griega. La cultura antigua era totalmente androcéntrica. Para el hombre griego, la esposa no era más que la madre de sus hijos y la encargada del hogar. Con muy pocas excepciones, las mujeres (especialmente las esposas) se veían excluidas de la vida pública e intelectual. Las chicas sólo eran consideradas aptas para mantener conversaciones frívolas y, por ende, no merecían recibir educación. Sólo las hetairas, una categoría de artistas cortesanas, libres de responsabilidades domésticas, podían tomar parte en los debates políticos y filosóficos. Por ello, no se prestaba atención al desarrollo intelectual de la mayoría de las chicas, pero el de los chicos era de la mayor importancia.
La finalidad del sistema educativo griego, la paideia, se resume con las palabras kalos k'agathos, hermoso y bueno), que implican que la belleza del cuerpo y la bondad del alma eran la esencia de la perfección humana (esto es, masculina). Como el amor erótico entre adultos y muchachos intentaba desarrollar esas virtudes, era considerado como el modo más efectivo de cultivar ese ideal. Se decía que Heracles (Hércules) podía desarrollar sus tareas sobrehumanas con más facilidad cuando su amado Iolaos le miraba. Precisamente, la Iolaeia, juegos gimnásticos y ecuestres que tenían lugar en Tebas, tenía por objeto conmemorar esa unión

500 a.c, Staatliche Antikensammlung, Múnich
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La educación de los muchachos tenía lugar en el gimnasio, que era mucho más de lo que hoy entendemos con esa palabra; situado en el centro de todas las ciudades griegas, era el lugar donde muchachos y adultos pasaban buena parte del día dedicados al ejercicio físico e intelectual. Su distribución nos ha sido descrita por el arquitecto romano Vitruvio: constaba de un gran peristilo, esto es un cuadrado con un perímetro de dos estadios (90 metros/270 pies por cada lado); estaba rodeado por tres lados por arcadas sencillas y, por el lado sur, por una arcada doble; dentro estaba el Ephebeion, el lugar donde se entrenaban los epheboi, muchachos ya mayores de edad, esto es, de dieciocho/veinte años. A los lados se hallaban los baños, salas y otras habitaciones a las que acudían filósofos, retóricos, poetas y demás admiradores de la belleza masculina. Tras el peristilo había otras arcadas, una de las cuales se denominaba el xystos, aparentemente destinada al entrenamiento de los adultos; desde allí se accedía a la palestra, el lugar donde se entrenaban los muchachos. Las habitaciones estaban decoradas con obras artísticas de todo tipo, fundamentalmente estatuas de dioses y héroes tales como Hermes, Apolo y las Musas, Heracles y, sobre todo, Eros. El contacto con estas espléndidas obras de arte y la belleza de los cuerpos jóvenes, desarrollados armoniosamente mediante el ejercicio física, son un buen testimonio del entusiasmo de los griegos por la belleza y el eros masculino.
La palabra gimnasio deriva de gymnos, desnudo, y refleja el hecho de que todos los deportes se practicaban sin ropa. Por ello, resulta lógico que el gimnasio fuese el epicentro de la energía erótica. El culto de la desnudez masculina era un fenómeno sumamente habitual de la vida griega y se contemplaba como uno de los hechos diferenciales entre los griegos y sus vecinos bárbaros. No sólo se practicaba la desnudez en los gimnasios sino también en las grandes competiciones nacionales de Olimpia, Nemea y Delfos, así como en el Istmo, así como en celebraciones públicas y privadas, donde los jóvenes coperos solían estar desnudos. La Gimnopedia era un importante festival anual celebrado en Esparta con bailes y presentaciones de muchachos desnudos. Paradójicamente, las autoridades de Esparta intentaban utilizar estos bailes como recompensa para aquellos que luchaban contra la baja natalidad que aquejaba a ese Estado: sólo se admitía como espectadores a los hombres casados.
(historia-homosexualidad.org)

425 a.c., Museo de Arte de San Antonio

18 Σεπτεμβρίου 2010

Η ΑΝΔΡΙΚΗ ΟΜΟΦΥΛΟΦΙΛΙΑ ΣΤΗΝ ΑΡΧΑΙΑ ΕΛΛΑΔΑ 2α

7 amantes adolescentes
c. 480 a.C, Museo Archeológico de Torino
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La Homosexualidad masculina en la Antigua Grecia 2a
Es importante, para empezar, definir nuestro vocabulario. El término "homosexualidad", tal y como hoy en día se utiliza e interpreta, no es aplicable a la Grecia clásica por dos motivos. En primer lugar, muchos griegos eran bisexuales. En segundo lugar, la pasión y el amor erótico entre dos hombres adultos, un modelo que ha ganado en tolerancia social en los países más civilizados en las últimas décadas, era inhabitual y considerado ridículo. El amor entre hombres en la Grecia clásica era, por definición entre un hombre adulto y uno joven.
Como en todo, había excepciones, tal y como las bien documentadas entre Alejandro Magno y el novio de su juventud, Hefestión, Orestes y Pilades, o la del héroe mítico Aquiles y su mejor amigo y también amante, Patroclo. No obstante, la relación que definía a Grecia, aceptada o incluso considerada un deber social por el Estado, era el amor intergeneracional. En su forma ideal, se trataba de una relación entre un hombre (llamado erastes, el amante, en Atenas, o el inspirador en Esparta) y un muchacho adolescente (llamado eromenos, el amado, o el oyente, respectivamente). No debemos olvidar que incluso entonces, las opiniones estaban divididas y dieron lugar a un vivo debate entre quienes estaban a favor y en contra de la sexualidad entre hombres.
Las edades de los muchachos que suscitaban las atenciones de los adultos iban desde la adolescencia hasta la temprana edad adulta, tal y como puede verse en las imágenes que nos han llegado en la cerámica y escultura Griega. Las relaciones con muchachos más jóvenes estaban mal vistas, igual que hoy en día (aunque algunos de los amantes jóvenes de los griegos quedaban por debajo de la edad de consentimiento estipulada en muchos países contemporáneos), una característica de madurez de un muchacho era la capacidad de "pensar por sí mismo" frente a las atenciones de un hombre adulto.

Pareja de amantes adultos
c. 475 a.C., Museo Británico
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El hombre griego no sólo debía casarse y tener hijos, sino también debía tener relaciones afectivas y sexuales con muchachos interesantes, no como sustitución del matrimonio sino como su complemento necesario. Así, su camino a través del jardín del amor debía empezar en algún momento de su adolescencia, cuando era cortejado por varios hombres y escogía a uno como su amante. El siguiente punto del camino era el principio de la edad adulta cuando él, a su vez, cortejaba y se alzaba con el amor de un joven deseable, momento en que el itinerario le llevaba a tomar esposa y tener su propia descendencia (naturalmente, esto se prestaba a infinidad de variaciones, algunas nobles y otras, de lo más sórdido, exactamente igual que hoy en día). Esta variedad en la vida fue reflejada en los antiguos mitos sagrados sobre los que se basan los arquetipos de la vida humana y el autoconocimiento.
Todos los griegos conocían la historia de Zeus, que bajó en forma de águila para llevarse a Ganímedes, el muchacho más bonito del mundo, para que fuese su amante en el Monte Olimpo; o la de Apolo y Jacinto, amor de trágico destino, como muchas otras relaciones apasionadas entre dioses o héroes y hermosos jóvenes. No era para los griegos un amor del que no pudiera hablarse sino, al contrario, uno del que se hacía ostentación. Era una de las tradiciones fundamentales de la vida griega, que se practicaba y disfrutaba al máximo. De hecho, era una necesidad social de cuya exploración no prescindían ni poetas ni filósofos. Era un asunto del que se debatía en público como parte integrante de las reflexiones de las mentes más elevadas.
Se consideraba como algo normal que un hombre se sintiese atraído tanto por encantadoras mujeres como por muchachos imberbes. También se aceptaba que algunos hombres se inclinarían más a una de ambas posibilidades. No obstante, los jóvenes muchachos eran considerados el sexo bello por excelencia. El ideal griego de belleza cobraba consistencia en el cuerpo de un muchacho, algo evidente en toda la literatura y el arte griego, desde los inicios más tempranos a los últimos ejemplos. Los debates literarios examinaban la cuestión de qué tipo de amor era preferible, y a menudo se decantaban por el de los jóvenes muchachos. Con excepción de los textos puramente científicos, resulta difícil hallar una obra que no alabe la belleza juvenil masculina, desde las menciones puramente marginales a las descripciones más ricamente elaboradas. Puede apreciarse en las obras de arte hasta qué punto los muchachos eran el parangón de la belleza; se en que se ve con frecuencia en ellas a muchachas con caracteres masculinos. Es más, se ha hallado una gran cantidad de cerámica con representaciones de muchachos, a menudo con kalos (hermoso), mientras que pocas representaciones de mujeres ostentan la forma femenina kale. Incluso el gran escultor Fidias rindió homenaje a su amado esculpiendo kalos Pantarkes en el dedo de la colosal estatua de Zeus en Olimpia.
(historia-homosexualidad.org)

Zeus, Eros y Ganímedes
c. 350 a.C., Museo Ashmolean de Oxford

12 Σεπτεμβρίου 2010

Η ΑΝΔΡΙΚΗ ΟΜΟΦΥΛΟΦΙΛΙΑ ΣΤΗΝ ΑΡΧΑΙΑ ΕΛΛΑΔΑ 1β

Amante y amado besándose
Tondo en un kílix ático, del s. 5 a.C. Museo del Louvre.

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HOMOSEXUALIDAD GRIEGA (b)

Por supuesto que debió existir y ser tolerada (si no incurría en excesos) la relación entre varones adultos, pero ese amor carecía de valor institucional como referente o ya en épocas posteriores de valor estético, puesto que el principal canon de belleza, y por tanto de deseo, se hallaba en el muchacho. La belleza de «Hercules Farnesio» (por ejemplo) es más militar o femenina –destinada a las mujeres- o un ideal de gladiadores, pero carece del prestigio de la efebía, que condenado por emperadores cristianos (Teodosio y Justiniano en Bizancio, especialmente) retornará con el Renacimiento como canon estético y apetito de una moral nueva. Naturalmente hablo en términos muy generales y sin entrar en particularidades que habría que tener en cuenta. Los nombres para «amor» y «deseo» en griego clásico son varios y explican matices necesarios en los que ahora no puedo detenerme: Eros, ágape, pothos, himeros, filía, epithumia, charis (más que «gracia») son términos que en la Grecia antigua tienen mucho que ver con los amores homoeróticos… Más fácil, sin embargo, será aclarar las edades a las que aluden los nombres más sabidos: Hasta los dieciocho años hablamos de muchachos («paides»). Para niño se utiliza el diminutivo de «país», «paidíon».
Con dieciocho, diecinueve o veinte años son mozos («meirakia» o «neaniskoi»), pero entre veinte y veintinueve son «hombres jóvenes”»(«neoi»), en tanto que a partir de treinta son ya adultos, mayores («presbutai»). Muy probablemente a partir de los cuarenta se entraba en diferentes modos de senectud… En cualquier caso la edad de la nubilidad –la efebía-, el momento en que podían comenzar las relaciones sexuales, empezaba entre los doce y los catorce años, como para la Iglesia antigua la autorización del matrimonio. El epigrama de Estratón de Sardes, que doy en mi propia versión, aunque ahora políticamente incorrecto, aclara bien ese período inicial:

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Un muchacho de doce años, mucho me encanta:
aunque mucho más deseable es el que tiene trece.
El que tiene dos veces siete es la más dulce flor de los Amores;
pero el que acaba de cumplir tres veces cinco es mejor todavía.
Los dieciséis es la edad de los dioses. Los diecisiete,
tocarlos no me corresponde a mí, sino a Zeus.
Pero si a alguno le gustan de más edad, sale del juego;
está pidiendo ya el “y respondió volviéndose”.

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La fórmula homérica del final indica que ese otro muchacho tomará otro rol sexual. Estratón escribe en el siglo II de nuestra era. Probablemente exageraba, dentro de una antigua tradición que empezó en un mundo diferente…

Hay muchos libros y artículos sobre el tema, algunos traducidos al español. Recomiendo el último que conozco, de donde he tomado la precisión sobre las edades muchachiles: The greeks and the greek love, de James Davidson, Weidnfeld & Nicolson, Londres, 2007.

Luis Antonio de Villena: Biblioteca de clásicos para uso de modernos. Diccionario personal sobre Griegos y Latinos (Gredos, 2008)


Amantes adultos,
c. 530 a.C.
, Museo Británico

6 Σεπτεμβρίου 2010

Η ΑΝΔΡΙΚΗ ΟΜΟΦΥΛΟΦΙΛΙΑ ΣΤΗΝ ΑΡΧΑΙΑ ΕΛΛΑΔΑ 1α

Fragmento de una copa ática de figuras negras, 550 a. C.-525 a. C., en el Museo de Louvre.
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HOMOSEXUALIDAD GRIEGA (a)

Todavía en el siglo XIX (y aún bastante después, según países y regímenes políticos) muchos helenistas y latinistas se encontraban con el escollo de lo que empezó a llamarse “amor griego”, y es decir, cómo enfrentar –desde la moral cristiana- la aparición muy frecuente en los textos clásicos de alusiones o amplias referencias no ya a las relaciones entre personas del mismo sexo, sino a las relaciones pederásticas entre muchachos y adultos, lo que los griegos llamaron “erasta” (amante) y “erómeno” (amado). Muchos estudiosos de valía suprimían estos pasajes, cambiaban el nombre al traducir del masculino al femenino o. más avanzadamente, trataban de explicar a sus alumnos que, en el esplendor de la Hélade, había una insalvable “mancha”, el amor a los muchachos, la paidofilia…
Lo curioso, sin embargo, es que los griegos antiguos consideraron la pederastia como una institución típicamente helénica. Incluso Herodoto en Los nueve libros de la Historia (I, 135) declara que los persas copiaron a los griegos “las relaciones amorosas con muchachos”. Cierto que la mitología griega abunda ya en este tipo de relaciones, no sólo Zeus y Ganímedes, sino Apolo y Jacinto (o Cipariso) o incluso el fornido Heracles y el mancebo Hylas… Unida en la antigua Grecia sobre todo a las estirpes dorias (Tebas, Esparta, Creta) la relación pederástica fue inicialmente un rito de paso puberal en sociedades básicamente guerreras. Entre hombres libres, un adulto debía elegir o “hacer que raptaba” a un muchacho de su gusto, en la edad efébica, para en una relación de amor y camadería, transmitirle la “virtus” de su etnia, digamos los valores de la caballería… Por eso el célebre “batallón sagrado” de Tebas, creado por Pelópidas y Epaminondas, fue un cuerpo de élite de la guerra, formado por amigos-amantes. Naturalmente terminado ese ciclo amoroso, el muchacho devenido a adulto quedaba libre para cumplir su rol heterosexual, casarse y hacer una familia, hasta que de nuevo tuviera él a su vez que hacer de “erasta” en busca de “erómeno”. Es evidente que la homosexualidad como la entendemos hoy no existía en la vieja Grecia.
En sociedades menos “guerreras” como la ateniense, el “eros paídico” se traslada a los gimnasios y palestras como muestran los primeros diálogos platónicos, Cármides por ejemplo. El adulto transmite al muchacho la “virtus” de su comunidad que es más cívica y filosófica. Pero ahí está surgiendo ya el culto al “muchacho hermoso” (ο παις ο καλός) que ya en el mundo helenístico o alejandrino, y después entre los romanos helenizados, habrá perdido el valor de rito de paso para convertirse en una costumbre que puede mezclar erotismo y pedagogía, o ser ya, llanamente, un hñabito sexual admitido, mientras no hubiera violencia, salvo si el escogido era un esclavo, pues entonces todo estaba permitido. El primitivo “amor dorio” se ha convertido en “amor socrático” y luego simplemente en “eros paidikós”, es decir, ese amor a los muchachos que celebra, por ejemplo, la antología de Estratón de Sardes “La Musa de los muchachos” (el actual libro XII de la Antología Palatina). Teognis, Píndaro y Platón –por citar nombres muy ilustres- son ya celebradores de la pederastia. Y Alejandro Magno la practica como recuerdo y vivencia hacia la mera belleza, si pensamos en sus relaciones con Hefestión o con el eunuco Bagoas…

Luis Antonio de Villena: Biblioteca de clásicos para uso de modernos. Diccionario personal sobre Griegos y Latinos (Gredos, 2008)
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