Arquero barbudo que saluda a un cazador joven que lleva una gamuza, un ofrecimiento para Hermes Kedritēs
Creta, 670-650 a.C., Museo de Louvre
.La Homosexualidad masculina en la Antigua Grecia 2c
Diversidad de tradiciones
Por otro lado, uno de los mitos que explica los orígenes de la pederastia es el de Minos, el Rey de Creta.
El amante anunciaba a sus amigos su decisión de proceder al rapto del muchacho con tres o cuatro días de antelación. Desde ese momento, resultaría vergonzoso ocultar al muchacho o prohibirle acudir al punto de cita, porque esto significaría que no merecía el honor de ser el amante del adulto. Cuando se encontraban, y si el amante era del mismo rango social o de un rango superior al del muchacho, se perseguía al secuestrador sólo por la tradición de mantener las apariencias, pero en realidad los padres estaban encantados de dejarle ir, aunque el ritual imponía seguirlos hasta la casa del amante. Pero si el amante era de rango inferior, el rapto se producía incluso con recurso a la fuerza. Quien sólo destacaba por su belleza era considerado como menos deseable que aquél que destacaba por su valor y su virtud. El muchacho recibía un presente de su amante, que le llevaba donde él deseaba. Los testigos del rapto les acompañaban y a continuación tenía lugar un festín, tras el que volvían a la ciudad. Dos meses después, el muchacho volvía a casa, cargado de ricos presentes. [Tres presentes tradicionales representaban la fundación simbólica de la entrada del muchacho en la vida adulta: una armadura, que simbolizaba la destreza en las artes guerreras; un toro, que simbolizaba la obligación de arar la tierra; y un cáliz, que simbolizaba el embriagamiento divino como camino a los éxitos del espíritu]. Muchos eran los presentes valiosos, y los amigos del amante contribuían a su adquisición. Al volver a su casa, el joven sacrificaba el toro a Zeus e invitaba a sus amigos a un festín. [Debía, en ese momento, responder a la pregunta ritual de si le había gustado o no la relación con su secuestrador, una tradición cuya finalidad probablemente era impedir que los amantes intentasen aprovecharse de su posición]. Pero cuando un muchacho hermoso de buena familia no podía encontrar amante, era una marca de deshonor, porque se presumía que el motivo era que su carácter no le hacía digno de ello. Los muchachos distinguidos con el secuestro gozaban de gran reconocimiento social. Obtenían los mejores puestos en los bailes en grupo y en las carreras y podían llevar los adornos que les habían regalado sus amantes, como prueba de distinción.
Las tribus griegas dóricas, como por ejemplo los espartanos, tenían tradiciones similares, aunque los detalles variaban de un Estado a otro. No obstante, la idea básica seguía siendo la misma: que el amante adulto había de entregar al adolescente una parte de su propio corazón, podríamos decir, transfiriendo su propio areté, esto es, todo lo que en él había de noble y bueno, para facilitar el pasaje del joven de la adolescencia a la madurez. El lazo creado por estas relaciones solía durar más allá de la educación formal del joven. A veces, el hombre más mayor seguía asumiendo responsabilidades para con su pupilo hasta que éste llegaba a la edad de matrimonio, sobre los treinta años.
El poder del amor utilizado con tan buen fin para la educación de los jóvenes griegos también servía para potenciar su motivación, y la de sus amantes, en el campo de batalla. El poder del amor utilizado con tan buen fin para la educación de los jóvenes griegos también servía para potenciar su motivación, y la de sus amantes, en el campo de batalla. El valor de las parejas masculinas, como las que integraban el Batallón Sagrado de Tebas, era bien conocido en toda la antigua Grecia y resultaba un factor importante en la guerra. Las parejas pederásticas también eran denominadas tiranicidas, asesinos de tiranos, porque solían ser las primeras en alzarse contra los déspotas. Armodio y su erastes, Aristogitón, eran quizás la pareja más conocida.
Por otro lado, uno de los mitos que explica los orígenes de la pederastia es el de Minos, el Rey de Creta.
El amante anunciaba a sus amigos su decisión de proceder al rapto del muchacho con tres o cuatro días de antelación. Desde ese momento, resultaría vergonzoso ocultar al muchacho o prohibirle acudir al punto de cita, porque esto significaría que no merecía el honor de ser el amante del adulto. Cuando se encontraban, y si el amante era del mismo rango social o de un rango superior al del muchacho, se perseguía al secuestrador sólo por la tradición de mantener las apariencias, pero en realidad los padres estaban encantados de dejarle ir, aunque el ritual imponía seguirlos hasta la casa del amante. Pero si el amante era de rango inferior, el rapto se producía incluso con recurso a la fuerza. Quien sólo destacaba por su belleza era considerado como menos deseable que aquél que destacaba por su valor y su virtud. El muchacho recibía un presente de su amante, que le llevaba donde él deseaba. Los testigos del rapto les acompañaban y a continuación tenía lugar un festín, tras el que volvían a la ciudad. Dos meses después, el muchacho volvía a casa, cargado de ricos presentes. [Tres presentes tradicionales representaban la fundación simbólica de la entrada del muchacho en la vida adulta: una armadura, que simbolizaba la destreza en las artes guerreras; un toro, que simbolizaba la obligación de arar la tierra; y un cáliz, que simbolizaba el embriagamiento divino como camino a los éxitos del espíritu]. Muchos eran los presentes valiosos, y los amigos del amante contribuían a su adquisición. Al volver a su casa, el joven sacrificaba el toro a Zeus e invitaba a sus amigos a un festín. [Debía, en ese momento, responder a la pregunta ritual de si le había gustado o no la relación con su secuestrador, una tradición cuya finalidad probablemente era impedir que los amantes intentasen aprovecharse de su posición]. Pero cuando un muchacho hermoso de buena familia no podía encontrar amante, era una marca de deshonor, porque se presumía que el motivo era que su carácter no le hacía digno de ello. Los muchachos distinguidos con el secuestro gozaban de gran reconocimiento social. Obtenían los mejores puestos en los bailes en grupo y en las carreras y podían llevar los adornos que les habían regalado sus amantes, como prueba de distinción.
Las tribus griegas dóricas, como por ejemplo los espartanos, tenían tradiciones similares, aunque los detalles variaban de un Estado a otro. No obstante, la idea básica seguía siendo la misma: que el amante adulto había de entregar al adolescente una parte de su propio corazón, podríamos decir, transfiriendo su propio areté, esto es, todo lo que en él había de noble y bueno, para facilitar el pasaje del joven de la adolescencia a la madurez. El lazo creado por estas relaciones solía durar más allá de la educación formal del joven. A veces, el hombre más mayor seguía asumiendo responsabilidades para con su pupilo hasta que éste llegaba a la edad de matrimonio, sobre los treinta años.
El poder del amor utilizado con tan buen fin para la educación de los jóvenes griegos también servía para potenciar su motivación, y la de sus amantes, en el campo de batalla. El poder del amor utilizado con tan buen fin para la educación de los jóvenes griegos también servía para potenciar su motivación, y la de sus amantes, en el campo de batalla. El valor de las parejas masculinas, como las que integraban el Batallón Sagrado de Tebas, era bien conocido en toda la antigua Grecia y resultaba un factor importante en la guerra. Las parejas pederásticas también eran denominadas tiranicidas, asesinos de tiranos, porque solían ser las primeras en alzarse contra los déspotas. Armodio y su erastes, Aristogitón, eran quizás la pareja más conocida.
480 a.C., Museo de Louvre
.Otros aspectos
Aunque los griegos, con su genio creativo, elevaron un impulso humano habitual y utilizaron su poder para mejorar tanto al muchacho como al hombre adulto, el amor entre hombres tenía también otras implicaciones en la vida diaria, a pesar de que, al igual que hoy en día, el matrimonio ideal no era ni mucho menos la única manifestación de deseo entre un hombre y una mujer. La prostitución masculina, por ejemplo, era habitual desde muy al principio. El estadista Solón de Atenas (634-560 a. C, aprox.), autor de numerosas reformas sociales en su ciudad natal, intentó regular este aspecto de la vida sexual. Sus leyes prohibían el ejercicio de la prostitución de los muchachos atenienses nacidos libros, pero no incluían ni a los esclavos ni a los xenoi (extranjeros), que no tenían la ciudadanía ateniense). Los burdeles que suministraban muchachos tenían autorización oficial y pagaban los mismos impuestos que los que ofrecían mujeres o chicas. Muchos estaban integrados por muchachos cautivos que habían sido secuestrados en guerra y cuyos padres habían sido asesinados o vendidos como esclavos. Los muchachos libres a veces también se veían en la necesidad de ofrecer sus servicios al mejor postor.
(historia-homosexualidad.org)