5 Ιουνίου 2008

ΑΘΗΝΑ. ΕΞΑΣΚΩΝΤΑΣ ΤΑ ΕΛΛΗΝΙΚΑ

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ATENAS. Practicando el griego
Por Paul van Scherpenzeel (Revista Zero. No 88)
Siempre que alguien quiere poner el ejemplo de una sociedad en la que la homosexualidad estaba plenamente aceptada e incluso ensalzada, la boca se le llena de la Grecia clásica. Por ello, casi parecía un sacrilegio que ZERO aún no hubiera planteado se bandera por allí.
El hecho que nuestro viaje y programa fueran caóticos, fue un buen reflejo de la ciudad en sí: cuatro millones de habitantes, coches con una distraída percepción de las normas viales, y ya en mayo, un sol y un calor que ríete tú del agosto madrileño. ¿El cóctel resultante de tan excelente receta? Pues una ciudad apabullante y contudente, mediterránea sin duda, y que, si obviamos el idioma y la rebelde grafía (consejo de moda: una camiseta con cualquier logo conocido escrito en griego queda muy pintón), resulta, la ciudad, más que familiar desde el primer momento. El punto de referencia básico que todos necesitamos para orientarnos en un nuevo lugar debe ser la plaza de Omonia, centro neurálgico con un tremendo parecido a nuestra Puerta del Sol y desde la que resulta muy sencillo llegar a todas partes. Por aquí se envuentran también algunos hoteles típicamente urbanos, a buen precio, sin lujos, pero con todo lo necesario para disfrutar de tu estancia. Nosotros nos quedamos en el Ilion, a dos pasos literales de Omonia y por unos 85 euros la habitación doble, o sea regalado. Desde la plaza se muy sencillo moverse a las principales atracciones turísticas, encabezadas y coronadas todas ellas por la mítica Acrópolis y su omnipresente Partenón, sin duda una de las maravillas del mundo, aunque deiscutiblemente no figure en el conocido hepteto. Una vez arriba le respiración se entrecorta no solo por el esfuerzo de la subida, sino por la impactante visión de una Atenas desmesurada y blanca. Casi desparramada, y un Partenón apoteósico y majestuoso que bien representa lo que la capital griega fue en su día. El templo de Erecteión y Cariétides, justo al lado completan el paseo. Cumplido el gran compromiso grecoturístico, el visitante de guía debe continuar el tópico recorrido por el templo olímpico dedicado a Zeus, la Casa Presidencial, el Parlamento y sus jardines y, todo abarcable a pie, el estadio Pantinaiko, cuna de los Juegos Olímpicos Modernos.
Vistos los lugares más representativos, nosotros, que ya sabes que somos menos de monumentos y más de callejeo, te recomendamos encarecidamente el paseo libre por las encantadoras calles del centro, sobre todo de Plaka, el barrio de moda que, de noche, como casi todo en la vida, gana en encanto. Lo mismo ocurre con la espectacular plaza de Syntagma, otro de los centros de gravedad ateniense, desde la que salen calles tan animadas y concurridas como Filellinon.
Ya hemos dicho que para moverte desde Omonia es todo sencillísimo. El metro, que antes tenía una sola linea, pero que ahora ya tiene tres funciona muy bien y te lleva directo a todas partes. Es muy moderno, muy eficaz y muy barato. Nosotros es lo único que utilizamos para desplazarnos.
El puerto de Pireus que fuimos a verlo con muchas ganas, puedes quitarlo de la lista porque, siceramente, no tiene nada.
¿Y el rollo gay? Pues por ahí anda, pero nosotros estuvimos como el cuarteto tomatero: buscando el ambiente frenéticamente. A veces parece mentira que la Grecia Clásica fuera lo que fue y hoy los mariquitas griegos se saluden dándose la mano. Claro que tampoco nos acercamos a Myconos o Lesbos, y a lo mejor es ahí donde se corta el bacalao... Dános tiempo y seguro que en breve, la bandera de ZERO ondará en las islas griegas. Mientras ¡que viva Atenas!
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