LA HOMOSEXUALIDAD ENTRE LOS MORTALES 2 - ORFEO Y CALAIS (a)
El primer autor que habla del amor de Orfeo por los muchachos es Fanocles, quien da el nombre del amado de Orfeo: Calais, hijo de Bóreas, uno de los participantes en el viaje de los Argonautas. Orfeo sufre por el amor de Calais, lo que parece indicar que no logra conseguirlo. Las tracias (bistónides) le cortaron la cabeza a Orfeo con espadas (no alude al desmembramiento) por haber sido el primero e introducir en Tracia el amor masculino y no alabado el femenino. Como castigo por el crimen, los tracios han tatuado a sus mujeres de generación en generación.
Ni en las fuentes antiguas sobre el mito ni las Argonáuticas de Apolonio hay mención alguna de esta relación amorosa, por lo que es muy probable que sea una invención de Fanocles, que escogió un personaje ilustre, como el tracio, para el catálogo de amores homosexuales e que consistía su obra, Los amores o Los bellos, de la que procede el fragmento*. Fanocles no intenta armonizar este amor con el de su esposa, a la que ni siquiera menciona. Que Orfeo esté enamorado de Calais, que rechace a las mujeres y que éstas se indignan hasta el punto de matarlo indica que es una historia postclásica, ya que en época clásica el amor heterosexual y el homosexual no son incompatibles en la misma persona y al mismo tiempo. A partir de la historia de Orfeo, Fanocles efectúa tres explicaciones etiológicas, muy de gusto de los poetas helenísticos: la pederastia en Tracia, la preeminencia lírica de Lesbos y la costumbre de los tracios de tatuar a las mujeres.
Marco Antonio Santamaría Álvarez: La muerte de Orfeo y la cabeza profética
en
Alberto Bernabé y Francesc Casadesús (coord.): Orfeo y la tradición órfica. Un reencuentro I (Akal, 2008)
*Quizá escogió a Calais porque su nombre recuerda a καλός, “hermoso”, un adjetivo típicamente pederástico. Ha pasado inadvertido el dato de que Orfeo y Calais procedías de la misma región: Zetes y Calais habitaban a los pies del monte Pangeo, desde donde acudieron a la llamada de Jasón y donde Esquilo situaba a Orfeo. Fanocles pudo haber tomado como modelo la relación de Heracles e Hilas, también fallida, en el viaje de los Argonautas. Marcovich es de los pocos que considera anteriores a Fanocles las historias de las relaciones de Orfeo con muchachos, vinculadas a las leyendas del viaje de los Argonautas.
El primer autor que habla del amor de Orfeo por los muchachos es Fanocles, quien da el nombre del amado de Orfeo: Calais, hijo de Bóreas, uno de los participantes en el viaje de los Argonautas. Orfeo sufre por el amor de Calais, lo que parece indicar que no logra conseguirlo. Las tracias (bistónides) le cortaron la cabeza a Orfeo con espadas (no alude al desmembramiento) por haber sido el primero e introducir en Tracia el amor masculino y no alabado el femenino. Como castigo por el crimen, los tracios han tatuado a sus mujeres de generación en generación.
Ni en las fuentes antiguas sobre el mito ni las Argonáuticas de Apolonio hay mención alguna de esta relación amorosa, por lo que es muy probable que sea una invención de Fanocles, que escogió un personaje ilustre, como el tracio, para el catálogo de amores homosexuales e que consistía su obra, Los amores o Los bellos, de la que procede el fragmento*. Fanocles no intenta armonizar este amor con el de su esposa, a la que ni siquiera menciona. Que Orfeo esté enamorado de Calais, que rechace a las mujeres y que éstas se indignan hasta el punto de matarlo indica que es una historia postclásica, ya que en época clásica el amor heterosexual y el homosexual no son incompatibles en la misma persona y al mismo tiempo. A partir de la historia de Orfeo, Fanocles efectúa tres explicaciones etiológicas, muy de gusto de los poetas helenísticos: la pederastia en Tracia, la preeminencia lírica de Lesbos y la costumbre de los tracios de tatuar a las mujeres.
Marco Antonio Santamaría Álvarez: La muerte de Orfeo y la cabeza profética
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Alberto Bernabé y Francesc Casadesús (coord.): Orfeo y la tradición órfica. Un reencuentro I (Akal, 2008)
*Quizá escogió a Calais porque su nombre recuerda a καλός, “hermoso”, un adjetivo típicamente pederástico. Ha pasado inadvertido el dato de que Orfeo y Calais procedías de la misma región: Zetes y Calais habitaban a los pies del monte Pangeo, desde donde acudieron a la llamada de Jasón y donde Esquilo situaba a Orfeo. Fanocles pudo haber tomado como modelo la relación de Heracles e Hilas, también fallida, en el viaje de los Argonautas. Marcovich es de los pocos que considera anteriores a Fanocles las historias de las relaciones de Orfeo con muchachos, vinculadas a las leyendas del viaje de los Argonautas.
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Orfeo (en griego Ορφεύς) es un personaje de la mitología griega. Según los relatos, cuando tocaba su lira, los hombres se reunían para oírlo y hacer descansar su alma. Por ello enamoró a la bella Eurídice y logró dormir al terrible Cerbero, cuando bajó al inframundo a intentar resucitarla. Era de origen tracio; en su honor se desarrollaron los Misterios Órficos, rituales de contenido poco conocido.
Orfeo no es mencionado por Homero ni por Hesíodo, pero era conocido en la época de Ibico (c. 530 adC), y Píndaro (522—442 adC) se refiere a él como «el padre de los cantos».
Desde el siglo VI a. C. en adelante fue considerado como uno de los principales poetas y músicos de la antigüedad, el inventor de la cítara y añade dos cuerdas a la lira. Tenía siete y la lira de Orfeo nueve, en honor a las nueve musas. Y con su música era capaz no sólo de calmar a las bestias salvajes, sino incluso mover árboles y rocas y detener a los ríos en su curso. Como músico celebre va con los Argonautas en busca del vellocino de oro. Se le supone como uno de los pioneros de la civilización, habiendo enseñado a la humanidad los artes de la medicina, escritura y agricultura. En su aspecto más conectado con la vida religiosa fue un augur y un profeta. Practicó las artes de la magia, en especial la astrología; Fundó o hizo accesibles muchos cultos importantes, como los de Apolo y Dionisos; instituyó ritos místicos, tanto públicos como privados; prescribió rituales iniciatorios y de purificación. Se dice que visitó Egipto y que allí se familiarizó con los escritos de Moisés, y con la doctrina de una vida futura.
De acuerdo con la tradición más conocida Orfeo era el hijo de Eagro, rey de Tracia, y de la musa Calíope (Clío en otras versiones). Según otras fuentes su padre no era Eagro, sino Apolo, lo cual es más coherente con la devoción de Orfeo por este dios, que es el dios de la música. Orfeo aprendió la música de Lino o de Apolo, que fue también su amante, y quien le entregó su propia lira (fabricada por Hermes del caparazón de una tortuga), como un presente de amor.
A pesar de su origen tracio, Orfeo se unió a la expedición de los Argonautas, en la que marcaba el ritmo de los remeros y protegió a sus compañeros de las Sirenas con su música. Ellas vivían en la isla Antemóesa y cantaban hermosas canciones que atraían a los marineros hacia ellas. Entonces los devoraban. Cuando Orfeo oyó sus voces, sacó su lira y tocó su música, que era más bella que la de ellas, tapándola y ahogándola. Butes fue el único que no pudo resistir los cantos de las Sirenas y se lanzó al mar para nadar hacia ellas, siendo salvado por la diosa Afrodita.
La historia más conocida sobre Orfeo es la que se refiere a su esposa Eurídice que a veces es conocida como Agriope. Algunas versiones cuentan que mientras huía de Aristeo, u otras que mientras paseaba con Orfeo, fue mordida por una serpiente y murió. En las orillas del río Estrimón, Orfeo se lamentaba amargamente por la pérdida de Eurídice. Consternado, Orfeo tocó canciones tan tristes y cantó tan lastimeramente, que todas las ninfas y dioses lloraron y le aconsejaron que descendiera al inframundo (catábasis). Camino de las profundidades del inframundo, tuvo que sortear muchos peligros, para los cuales usó su música, e hizo detenerse a los tormentos del inframundo (por primera y única vez). Llegado el momento, con su música ablandó también el corazón de Hades y Perséfone, los cuales permitieron a Eurídice retornar con él a la tierra; pero sólo bajo la condición de que debía caminar delante de ella, y que no debía mirar hacia atrás hasta que ambos hubieran alcanzado el mundo superior y los rayos de sol bañasen a Eurídice.
A pesar de sus ansias, Orfeo no volvió la cabeza en todo el trayecto, incluso cuando pasaban junto a algún peligro o demonio, no se volvía para asegurarse de que Eurídice estuviera bien. Llegaron finalmente a la superficie y, por la desesperación, Orfeo volvió la cabeza para verla; pero ella todavía no había sido completamente bañada por el sol, todavía tenía un pie en el camino al inframundo: Eurídice se desvaneció en el aire, y ahora para siempre.
Según relata Platón, los dioses del infierno sólo le presentaron una aparición de Eurídice. No le entregaron a su amante porque les parecía que se mostraba cobarde, como buen citaredo, y no tuvo el arrojo de morir por amor, sino que buscó el medio de penetrar con vida en el Hades
Según cuenta Ovidio, Orfeo intentó regresar al inframundo pero Caronte le negó el paso por el río Leteo, así que se retiró a los montes Ródope y Hemo donde estuvo durante tres años evitando la unión amorosa con cualquier mujer, a pesar de que muchas ninfas se le ofrecieron. Los tracios decían que en ese momento inventó la pederastia. Seguía cantando y tocando su lira, lo que provocó que los árboles se conmovieran. En ese monte fue cuando fue visto por las Bacantes tracias, que se sintieron despreciadas por él. Apresaron a los animales que lo acompañaban y a él lo apedrearon, lo despedazaron y esparcieron sus miembros. Su cabeza y su lira fueron arrojadas al río Hebro; luego fueron a parar al mar y cerca de la isla de Lesbos una serpiente quiso comerse la cabeza de Orfeo pero Apolo la transformó en roca. Por su parte, Dioniso castigó a las Bacantes convirtiéndolas en árboles. Mientras, el alma de Orfeo reencontró a Eurídice en el inframundo y desde ese momento son inseparables.
En una versión alternativa recogida por Eratóstenes que se remonta a la obra perdida de Esquilo Las basárides, lo que ocurrió fue que Orfeo, al final de su vida, desdeñó el culto a Dioniso, del que antes presidía sus misterios. En cambio consideró a Helios, a quien llamó Apolo, como el principal dios. Por ello, mientras Orfeo se encontraba en el monte Pangeo esperando la salida del sol, Dioniso envió a las Ménades para que lo despedazaran. Pero unas ninfas reunieron sus pedazos y los enterraron en un lugar llamado Libetros, cerca del monte Olimpo. Mientras, su lira fue colocada por Zeus entre las constelaciones.
Otras versiones, recogidas por Pausanias señalaban que Orfeo obligaba a los maridos de las mujeres de Tracia a que lo siguieran en sus viajes. Por eso lo mataron mientras estaban embriagadas por vino y por ello se estableció la costumbre de que los hombres salieran a combatir tras haber bebido. También se contaba que Orfeo había muerto a causa de un rayo enviado por Zeus por haber enseñado a los hombres misterios antes nunca oídos. Otros contaban que cuando Orfeo había viajado al inframundo en busca de Eurídice se volvió para ver si ella le seguía pero no había nadie y se suicidó por pena. Los tracios decían que los ruiseñores que tenían sus nidos encima de la tumba de Orfeo eran mejores cantores que los demás.
Por su parte, Higino recoge otras dos tradiciones. La madre de Orfeo, Calíope, había participado como juez en la disputa entre Afrodita y Perséfone por la posesión de Adonis. Por no satisfacer a Afrodita el veredicto, provocó que todas las mujeres tracias se enamoraran de Orfeo hasta tal punto que llegaran a despedazarlo. Otros contaban que la causa había sido que Orfeo había sido el primero en mantener relaciones amorosas con hombres, lo que había supuesto una ofensa para las mujeres.
Según Platón, los dioses impusieron a Orfeo el castigo de morir a manos de mujeres por no haber tenido el arrojo de morir por amor como Alcestis, hija de Pelias, que murió en lugar de su marido.
La tradición que sostenía que sus restos habían estado en un principio en Libetros recogía la leyenda de que un oráculo de Dioniso había dicho que cuando el sol viera los restos de Orfeo la ciudad de Libetros sería destruida por un jabalí. Ocurrió que un pastor se acostó junto al sepulcro de Orfeo y empezó a cantar en sueños versos de Orfeo. Otros pastores y agricultores se reunieron para oír el canto, se empezaron a pelear por estar más cerca del cantor y rompieron la columna y la urna de los restos de Orfeo, con lo que estos estuvieron expuestos al sol. La noche siguiente llovió mucho y el río Sys, procedente del monte Olimpo, arrasó la ciudad y murieron todos sus habitantes y animales. Tras ello los restos de Orfeo fueron trasladados a Díon.
La tradición ubicaba los restos mortales de Orfeo sobre una columna situada en el camino de la ciudad de Díon al monte Helicón, en Pieria. También hay un río llamado Helicón que desaparecía bajo la tierra y luego volvía a aparecer y del que la tradición decía que antes iba siempre por encima de la tierra y que el motivo de meterse bajo el suelo fue para evitar que las asesinas de Orfeo pudieran purificarse en sus aguas.
Se ha atribuido a Orfeo un gran número de poemas religiosos griegos en hexámetro, así como a otras figuras humanas legendarias como Bakis, Museo, Abaris, Aristeo, Epiménides y la Sibila. De la vasta literatura sólo sobreviven dos ejemplos completos: un conjunto de himnos compuestos en algún momento del siglo II o III a. C. y una Argonáutica órfica compuesta en algún momento entre los siglos IV y VI a. C.. La literatura órfica temprana que puede datar del siglo VI a. C. sobrevive sólo en fragmentos de papiro o en citas de autores posteriores.
Además de servir de almacén de datos mitológicos, la poesía órfica ha sido recitada en ritos mistéricos y rituales de purificación. Platón, en particular, habla sobre una clase de sacerdotes mendicantes que ofrecían a los ricos, mediante sacrificios y encantamientos, purificaciones de crímenes que hubieran podido cometer ellos o sus antepasados. Añade que estas prácticas, llamadas «iniciaciones a los misterios» se apoyaban en libros de Orfeo y Museo. Aquellos que eran especialmente devotos de estos rituales y poemas frecuentemente practicaban el vegetarianismo, la abstinencia sexual y evitaban comer huevos. Este tipo de vida llegó a ser conocida como "Vida Órfica" (Orphikos bios).
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