20 Απριλίου 2012

Η ΟΜΟΦΥΛΟΦΙΛΙΑ ΜΕΤΑΞΥ ΤΩΝ ΘΝΗΤΩΝ 3 - ΘΑΜΥΡΙΣ (β')


LA HOMOSEXUALIDAD ENTRE LOS MORTALES 3 - TÁMIRIS (b´)

El poeta Támiris, el primer hombre que se enamoró y quiso conquistar a un ser de su mismo sexo –y por lo tanto quien introdujo el homoerotismo entre los mortales- no pudo escapar a la ira de Apolo, a su vez, el primer dios que gozó de los placeres sensuales masculinos. El problema era que los dos tenían el mismo objetivo. El elegido era Jacinto, joven príncipe espartano y ninguno de los dos se mostraba dispuesto a compartirlo. A Apolo no le resultó difícil librarse de Támiris. El poeta se había jactado de poder superar a las Musas en el canto, y la hybris no era un asunto menor entre los griegos. En cuanto Apolo les informó maliciosamente a las Musas, éstas privaron a Támiris de la vista, de la voz y de la memoria para tañir el arpa.
Pero tampoco Apolo pudo disfrutar mucho tiempo de Jacinto. El Viento del Oeste también se había encaprichado con Jacinto y se sentía locamente celoso de Apolo. Cierto día en que el dios estaba enseñándole al muchacho a jugar al disco, el Viento del Oeste se apoderó del disco en el aire, lo lanzó contra el cráneo de Jacinto y lo mató.
El mito forma parte de una serie de leyendas que, según Bernard Sergent en su clásica obra La homosexualidad en la mitología griega, vendrían a simbolizar y servían de modelo a una práctica amorosa usual en la Grecia antigua, que formaba parte de sus marcos sociales instruidos: la pederastia. Ésta se desarrolló aproximadamente entre los siglos VI hasta el IV a.C. y consistía en la relación entre un varón adulto entre los veinte y los treinta años llamado erastes –el que ama- y el erómeno o amado, que era siempre un adolescente impúber. La sujeción amorosa, que incluía el goce sexual del miembro del erastes entre los muslos de su enamorado, frente a frente, terminaba con la aparición de la pubertad y la aptitud para el matrimonio. A lo largo y ala final de la relación, el erastes le hacía al erómeno una serie de regalos simbólicos: coronas de flores, aceites y perfumes para la unción del cuerpo, un equipo militar, un buey, una liebre para que el erómeno tomara gusto por la caza y una copa con el nombre del muchacho escrito en él y seguido de la palabra καλός (bello).

Andrián Melo: El amor de los muchachos. Homosexualidad y Literatura (Ediciones LEA, 2005)


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