En su descripción de Creta, Estrabón de Amasia, autor de principios del siglo II de nuestra era, se sirve en gran medida de una obra perdida de Eforo, historiador, geógrafo, etnólogo, etc., del siglo IV antes de nuestra era. El pasaje relacionado con la presente investigación es el siguiente (Estrabón, Geografía, X, 4, 21 - 483):
En cuanto a las relaciones amorosas, los cretenses tienen una costumbre muy particular. Pues no es por la persuasión como los amantes consiguen a quienes persiguen con sus asiduidades, sino por el rapto... El amante anuncia a sus amigos, con tres días de adelanto como máximo, su intención de proceder al rapto. Ocultar al adolescente ansiado por él o no permitirle que se ponga en el camino previsto para el rapto sería, por su parte, el colmo del insulto, pues a ojos de todos ellos significada que no es digno de pertenecer a un amante de tan elevado rango. De modo que se reúnen, y si constatan que el raptor es igual o superior al adolescente en todos los aspectos y particularmente en el rango, le persiguen y se lo entregan, si bien con suavidad y sólo por ajustarse a la costumbre, pues es para ellos una satisfacción confiárselo a fin de que él pueda llevárselo definitivamente. Si, por el contrario, consideran que el enamorado no es de rango suficiente, raptan al niño por las buenas. En cualquier caso, la persecución cesa en cuanto este haya sido llevado al andreion de su raptor. Consideran digno de ser amado no al muchacho más hermoso, sino al que se distingue por su valor y por su corrección. Tras darle la bienvenida y entregarle regalos, el enamorado le hace abandonar la comarca y le conduce al paraje deseado. Todos los que han asistido al rapto le acompañan, y tras haber festejado y cazado con él durante dos meses -la ley no permite la retención del adolescente por más tiempo-, vuelven a la ciudad. Entonces se deja marchar al niño, que recibe como regalo un equipo militar, un buey y un vaso -son los regalos prescritos por la leyy además, naturalmente, otros muchos regalos valiosos, hasta el punto de que los amigos del amante tienen la costumbre de contribuir a fin de ayudarle a soportar el peso del enorme gasto. En cuanto al niño, sacrifica el buey a Zeus y ofrece una comida a sus raptores. A continuación hace una declaración pública sobre el comercio que ha tenido con su amante, en el curso de la cual manifiesta si está satisfecho o no, pues la ley estipula que si ha sido objeto de violencia en el rapto, tiene derecho a pedir una reparación y a ser sustraído de su poder. Por otra parte, para un adolescente bien formado y de ascendencia ilustre es una infamia no encontrar amante, pues se atribuiría esta desgracia a un defecto de su educación. Por el contrario, se ofrecen honores a los parastátes, nombre que se da a los que han sido objeto de un rapto: se les reservan los puestos más vistosos en los lugares públicos y en los estadios y tienen derecho a distinguirse de los demás poniéndose la ropa entregada por su amante. Este derecho no se limita únicamente a la época de la adolescencia, pues una vez llegados a la edad adulta siguen llevando una ropa especial a fin de que se sepa de cada uno de ellos que anteriormente ha sido un «glorioso» (kleinos), término que designa entre ellos al erómeno, mientras que el amante es denominado jiletor.
F. Lasserre ha traducido aquí con las palabras «enamorado» y «amante» el término erastes, que en el vocabulario griego designa al que actúa sexualmente respecto del otro, es decir, tanto al marido en la pareja heterosexual como el rol masculino en la pareja homosexual. En este último caso su antónimo es el término erómeno, aquí utilizado al final del texto y que no es sino el participo pasado del verbo eramai, «desear sexualmente», en su forma pasiva. En lo sucesivo utilizaré estos dos términos para referirme a cada uno de los roles existentes en la relación homosexual iniciática.
En cuanto a las relaciones amorosas, los cretenses tienen una costumbre muy particular. Pues no es por la persuasión como los amantes consiguen a quienes persiguen con sus asiduidades, sino por el rapto... El amante anuncia a sus amigos, con tres días de adelanto como máximo, su intención de proceder al rapto. Ocultar al adolescente ansiado por él o no permitirle que se ponga en el camino previsto para el rapto sería, por su parte, el colmo del insulto, pues a ojos de todos ellos significada que no es digno de pertenecer a un amante de tan elevado rango. De modo que se reúnen, y si constatan que el raptor es igual o superior al adolescente en todos los aspectos y particularmente en el rango, le persiguen y se lo entregan, si bien con suavidad y sólo por ajustarse a la costumbre, pues es para ellos una satisfacción confiárselo a fin de que él pueda llevárselo definitivamente. Si, por el contrario, consideran que el enamorado no es de rango suficiente, raptan al niño por las buenas. En cualquier caso, la persecución cesa en cuanto este haya sido llevado al andreion de su raptor. Consideran digno de ser amado no al muchacho más hermoso, sino al que se distingue por su valor y por su corrección. Tras darle la bienvenida y entregarle regalos, el enamorado le hace abandonar la comarca y le conduce al paraje deseado. Todos los que han asistido al rapto le acompañan, y tras haber festejado y cazado con él durante dos meses -la ley no permite la retención del adolescente por más tiempo-, vuelven a la ciudad. Entonces se deja marchar al niño, que recibe como regalo un equipo militar, un buey y un vaso -son los regalos prescritos por la leyy además, naturalmente, otros muchos regalos valiosos, hasta el punto de que los amigos del amante tienen la costumbre de contribuir a fin de ayudarle a soportar el peso del enorme gasto. En cuanto al niño, sacrifica el buey a Zeus y ofrece una comida a sus raptores. A continuación hace una declaración pública sobre el comercio que ha tenido con su amante, en el curso de la cual manifiesta si está satisfecho o no, pues la ley estipula que si ha sido objeto de violencia en el rapto, tiene derecho a pedir una reparación y a ser sustraído de su poder. Por otra parte, para un adolescente bien formado y de ascendencia ilustre es una infamia no encontrar amante, pues se atribuiría esta desgracia a un defecto de su educación. Por el contrario, se ofrecen honores a los parastátes, nombre que se da a los que han sido objeto de un rapto: se les reservan los puestos más vistosos en los lugares públicos y en los estadios y tienen derecho a distinguirse de los demás poniéndose la ropa entregada por su amante. Este derecho no se limita únicamente a la época de la adolescencia, pues una vez llegados a la edad adulta siguen llevando una ropa especial a fin de que se sepa de cada uno de ellos que anteriormente ha sido un «glorioso» (kleinos), término que designa entre ellos al erómeno, mientras que el amante es denominado jiletor.
F. Lasserre ha traducido aquí con las palabras «enamorado» y «amante» el término erastes, que en el vocabulario griego designa al que actúa sexualmente respecto del otro, es decir, tanto al marido en la pareja heterosexual como el rol masculino en la pareja homosexual. En este último caso su antónimo es el término erómeno, aquí utilizado al final del texto y que no es sino el participo pasado del verbo eramai, «desear sexualmente», en su forma pasiva. En lo sucesivo utilizaré estos dos términos para referirme a cada uno de los roles existentes en la relación homosexual iniciática.
Bernard Sergent: La homosexualidad en los mitos griegos (Alta Fulla, 1986)
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