22 Ιουλίου 2012

ΘΕΟΚΡΙΤΟΣ 1

Los idilios bucólicos del poeta Teócrito (ca. 308-240 a.C.) junto con las obras menores, pero semejantes, de Bion y de Mosco, son poemas que han fijado de modo definitivo la visión de la vida pastoril preferida por la cultura occidental y, por ello, ejercen una mayor autoridad en la posterior producción literaria de lo que, en sentido estricto, merecen por sus propias cualidades estéticas (que, como se admite, no son insignificantes). Se trata de poemas que reflejan un mundo en parte basado en las realidades de la vida diaria de los pastores –incluyendo excrementos, reproducción, muerte- y en parte en un espacio idealmente arcádico, vigilado de cerca y solícitamente atendido por dioses benevolentes. Es un mundo poblado por gentes sencillas, ajenas por completo a toda cultura libresca (aunque receptivas y sensibles a las musas de la poesía cantada) y, por el contario, buenas conocedoras de la naturaleza. Dedican su tiempo a cuidar de sus rebaños y cosechas, a disfrutar de la belleza natural que les rodea y a enamorarse. Su entretenimiento principal es cantar, a menudo compitiendo unos con otros y teniendo como premio una siringa. Las canciones que improvisan se refieren a sus propias vidas: loan la belleza de la persona que aman, lamentan la muerte de un amigo, arrullan a su ganado hasta que se duerme.
Teócrito distingue entre deseo y amor; el primero es impulsivo y rudo; el segundo es tardo y causa dolor como posterior placer. Sin embargo, Teócrito nunca afirma que el amor carezca por completo de deseo. Los jóvenes de sus poemas han visto a ovejas y cabras montadas por sus machos, lo que les excita, ya que ello indica que los cuerpos han sido creados para el acto sexual. Se llega a insinuar incluso que también los animales pueden excitarse ante las relaciones físicas de los seres humanos; así ocurre en un breve pasaje del Idilio V, que los traductores ingleses suelen poner en latín. El cabrero Comatas y el pastor Lacon se sienten en cierto momento rivales y con ánimo de competir. Dice el primero:
Cuando yo te sodomice, lo verás. Tus cabras
balarán y tus carneros las montarán.
A lo que Lacon responde con lo que debe ser uno de los más enérgicos insultos iimprovisado:
Que te entierren no más profundamente que tu culo,
viejo jorobado.
Sin embargo, la familiaridad de estos hombres con el mundo natural puede proporcionarles también un fuerte sentido de lo que es un a conducta apropiada o no. Y por lo general no consideran el “montar” el cuerpo deseado como un fin en sí mismo. Su lascivia no es decadente, a la manera de los maleados habitantes de las ciudades. En la Arcadia, todo está concorde con las leyes naturales, y ese todo incluye el amor entre hombres y jóvenes. En la competición de canciones que sigue al diálogo citado poco más arriba, Comatas canta acerca de una muchacha que corteja, mientras que Lacon lo hace acerca del joven Cratidas, que está jugando a hacerse el indiferente con él. Y Comatas le dice a Lacon, todavía cantando:
No me digas que ya has olvidado
cuando te cogí en el suelo
y tú me violaste alegremente contra la encina.
La evidente reciprocidad de este rudo encuentro –que Lacon declara haber olvidado- da lugar a una melancólica canción en la que se manifiesta el deseo por sus otros amores. El deseo, sin duda, es un estado de ánimo bien apropiado para cantar.

Gregory Woods: Historia de la Literatura Gay (Akal, 2001)

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