“Idilio XXIX”, de Teócrito
A un doncel
«Vino y verdad,» caro doncel, reza el adagio; también nosotros hemos de ser sinceros, pues que estamos bebidos. Voy a decirte yo lo que está en el fondo de mi pecho: no accedes a quererme con todo el corazón. Bien lo sé, pues tu hermosura me da media vida, mas la otra media no existe para mí. Cuando tú quieres, mi día es como el de las deidades; cuando no quieres tú, todo es obscuridad. ¿Cómo es razón llenar a quien nos ama de amarguras?
Si me haces caso, tú, que eres joven, a mí, que soy más viejo, mejor te irá y habrás de agradecérmelo. Haz un solo nido en un árbol solo, donde no llegue ningún cruel reptil. Tú reposas, en cambio, hoy en esta rama, y mañana en aquella, y pasas de una a otra. Si alguien al mirarte te alaba el rostro hermoso, eres ya íntimo suyo, amigo de tres años, y el que siempre te quiso se torna para ti amigo de tres días. [No busques novedades, quédate con es que es igual siempre]. Si así lo haces, tu fama será buena en la ciudad, y no habrás de sufrir penas de Amor, quien subyuga el corazón de los hombres sin esfuerzo, quien a mí, que era de hierro, así ha ablandado.
Por tu dulce boca te lo ruego, recuerda que hace un año eras más joven y que nos hacemos viejos y arrugados antes de lo que se tarda en escupir; que no es posible recuperar la juventud, pues ella lleva alas en la espalda, y nosotros somos muy lentos para coger lo que se va volando. Debes pensar en esto y ser más amigable, y corresponder leal al amor que te tengo, para que, cuando tengas ya barba de hombre, haya amistad digna de Aquiles entre nosotros.
Pero si dejas que el viento lleve esto, y en tu interior te dices: «¡Demonio de hombre! ¿Por qué me molestas?», yo, que ahora a buscar por ti fuera las Manzanas de oro y atraer al Guardián de los muertos, a Cerebro, entonces, aunque tú me llamaras, ni hasta la puerta de casa saldría, libre ya de este echarte de menos que me agobia.
Bucólicos Griegos (Gredos, 1986)
Trad.: Manuel García Teijeiro y María Teresa Molinos Tejada
A un doncel
«Vino y verdad,» caro doncel, reza el adagio; también nosotros hemos de ser sinceros, pues que estamos bebidos. Voy a decirte yo lo que está en el fondo de mi pecho: no accedes a quererme con todo el corazón. Bien lo sé, pues tu hermosura me da media vida, mas la otra media no existe para mí. Cuando tú quieres, mi día es como el de las deidades; cuando no quieres tú, todo es obscuridad. ¿Cómo es razón llenar a quien nos ama de amarguras?
Si me haces caso, tú, que eres joven, a mí, que soy más viejo, mejor te irá y habrás de agradecérmelo. Haz un solo nido en un árbol solo, donde no llegue ningún cruel reptil. Tú reposas, en cambio, hoy en esta rama, y mañana en aquella, y pasas de una a otra. Si alguien al mirarte te alaba el rostro hermoso, eres ya íntimo suyo, amigo de tres años, y el que siempre te quiso se torna para ti amigo de tres días. [No busques novedades, quédate con es que es igual siempre]. Si así lo haces, tu fama será buena en la ciudad, y no habrás de sufrir penas de Amor, quien subyuga el corazón de los hombres sin esfuerzo, quien a mí, que era de hierro, así ha ablandado.
Por tu dulce boca te lo ruego, recuerda que hace un año eras más joven y que nos hacemos viejos y arrugados antes de lo que se tarda en escupir; que no es posible recuperar la juventud, pues ella lleva alas en la espalda, y nosotros somos muy lentos para coger lo que se va volando. Debes pensar en esto y ser más amigable, y corresponder leal al amor que te tengo, para que, cuando tengas ya barba de hombre, haya amistad digna de Aquiles entre nosotros.
Pero si dejas que el viento lleve esto, y en tu interior te dices: «¡Demonio de hombre! ¿Por qué me molestas?», yo, que ahora a buscar por ti fuera las Manzanas de oro y atraer al Guardián de los muertos, a Cerebro, entonces, aunque tú me llamaras, ni hasta la puerta de casa saldría, libre ya de este echarte de menos que me agobia.
Bucólicos Griegos (Gredos, 1986)
Trad.: Manuel García Teijeiro y María Teresa Molinos Tejada
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